miércoles, 30 de enero de 2008

PELEA A NUECES-MOMENTOS DE ATARDECER


Pelea a nueces en la Barrera (Historias de niños albercanos)
Ustedes se imaginan allá por los años 50 una gran tropa de niños procedentes de las calles del Tablado, la Balsá o del Barrio del Castillo que después de la salida, por la tarde de la escuela se disponían a realizar una gran pelea de nueces. Los batallones correspondientes se organizaban unos en el Arbolito (un viejo castaño, hueco por dentro, junto a la parada del coche de línea); otros en las calles colindantes al Castillo. Los chavales teníamos que salir saltando paredones de huertos y recogiendo gran cantidad de nueces en los bolsillos, en el pecho de la camisa o en un saco de algún agraciado donante. Las nueces verdes se clavaban en un palo aguzado en una de sus esquinas. Y al grito de ¡comienza la pelea! Caía una gran lluvia de nueces de bando a bando y que era preciso esquivar. No era frecuente que hubiera heridos y si alguno recibía alguna pedrada era natural que hubiera caído del cielo. Se producía la desvandada con los correspondientes vivas y gritos y en algunos casos había que ajustar cuentas con la familia del herido. Después para casa a merendar (pan con aceite o alguna buena manzana a mordiscos); a peinarse y a esperar la llegada del coche de línea...¡Pero otra vez te vas!...Este chico..¡Vamos, que no para en casa! -
Momentos del atardecer:
La llegada de las cabras, el toque de las campanas al Rosario, la salida de la "Mujé de las ánimas", el regreso de los campesinos del campo, la llegada del coche de línea, el encuentro en la fuente de los novios, la salida de las personas mayores especialmente mujeres con el pañuelo negro que les cubría la cabeza y parte de la boca o con esos negros mantones de los días de invierno y la venida de la luz eléctrica a las calles del pueblo marcan estos momentos de la década de los años cincuenta y de indudable peculiar forma de vida en este singular pueblo de Castilla que es La Alberca. Se acababa de dar el Título de Monumento Nacional pero eso el pueblo no lo vivía ni comprendía; todo venía por el interés de unas personas que sabiendo el altísimo valor que el pueblo tenía se entregaban con todo su afán para que éste fuera reconocido en todos los ámbitos y estamentos del país. La vida diaria se desenvolvía con el yugo y las flechas que presidía la entrada del pueblo o el balcón del ayuntamiento; la cruz de los caídos junto a la iglesia, el recuerdo bastante reciente de la guerra civil, ...Las personas que tenían ya un aparato de radio sabían que por el día se escuchaba muy mal en La Alberca (decían que por la proximidad de la sierra y que en el Cabaco había wolfran...) (continúa) -

La llegada de las cabras
Salían del pueblo por la mañana apenas empezaba a descolgarse el sol por los primeros riscos de la Peña de Francia. Y su salida era lenta pues iban incorporándose animales de las diferentes callejuelas o rincones. Mientras las más avanzadas aprovechaban el momento para lamer un poquito el calcio de las paredes blancas de cal ¡Chivina...ya! El gran rebaño se pasaba el día en el monte, lejos del pueblo. Al atardecer, después que llegaba el coche de línea y entre la salida de "la Mujé de las Animas" y el toque del Rosario llegaban las cabras al pueblo entre silbidos del pastor y voces de la gente para recoger las suyas o las de su rincón. "¡Echale mano a esa que es la de la Quisca y se escapa!"... Y se oía al fondo de la calle quien gritaba:"¡Ero! ¡Qué cuando te pago!" Y contestaba el pastor con voz ronca y entrecortada:"¡A la noche, en el ba!" Eran los niños quienes más se encargaban de estar en la calle al tanto de su llegada.Las cogían por los cuernos, daban una palmadita y abrazo y decían "¡Chivina be...!". Abrían el portón, metían en la cuadra y desde abajo avisaban a su madre que les contestaba:"¡ Pecha bien la puerta que no te se scape"...-ISIBE-.

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