sábado, 27 de noviembre de 2010

Y VA DE JUEGOS... A ROBAR TERRENO, LOS ZANCOS.
















































      Y VA DE JUEGOS…A  ROBAR TERRENO Y LOS ZANCOS
La Alberca en la década de los años cincuenta era un pueblo plagado de niños que igual se asustaban con el Tío de L´unto, hacían rabiar a la Tía Caspirra, se reían con Pepe Viñas o escuchaban los inigualables saberes en la doctrina de la Tía Triz. Uno de los juegos más característicos por aquella época era el llamado juego del clavo de a Robar Terreno. Era un juego propio de niños, eso no quiere decir que también hubiera adultos que entendieran también de este juego. Y ya se sabe lo que pasa, si una pared de un huerto está caída, al levantarla hay que ponerla derecha, lo que podría ocasionar que el camino perdiera dos o tres centímetros ¡No es tanto… hombre! Bueno en un pueblo de la provincia el arreglo fue tan descarado que la finca la conocen todas sus gentes con el nombre de la “Mangá”. ¡Vamos a lo nuestro!; para jugar a Robar Terreno hay que hacer una circunferencia grande en el suelo. Se divide por la mitad. Se sortean los terrenos. Y hay que tener un buen clavo (es su mayor dificultad) como no errar cuando se tire al suelo y si no se clava bien pierdes la vez. Al final cuando la cosa vaya tan mal que no te cabe un pie has perdido o has ganado si la faena se la has hecho al contrario.
Otro juego, simulado en la bonita bocacalle que atraviesa el Chorrito eran los zancos, venían bien porque el empedrado no estaba muy bien que digamos y quienes tenían habilidad para manejarlos nos miraban a los demás por encima y se desplazaban por lo alto de nuestras cabezas. Pero la guerra era la guerra y había que hacer una buena espada de madera para entablar duras batallas con los chavales de otras zonas del pueblo. Los de la Barrera y El Castillo, eran los eternos enemigos de nosotros los del Tablado
El embrujo de las calles albercanas, con sus emocionantes y oscuros rincones hacían que el pueblo fuera un lugar predilecto para los juegos de los niños. Y si llovía para eso estaba El Cemento de la Plaza, debajo de los soportales, un estupendo sitio para jugar por aquel entonces , ver pasar las chavalas los mayores y paso de visita para quienes les gustaba ir por los bares de Marcial, Gabi, Jacinto. Y después dando un pequeño salto se pasaba a la taberna del Porru, a la Flora. Y ya que estabas puesto, dar una vueltecita también por La Poli, Marcos. ¡Y ya está! Que estamos de juegos y no de chateos.

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