martes, 4 de enero de 2011

EL HABLA POPULAR



ASÍ HABLÁBAMOS
Por los años cincuenta- dice Don Luis Cortés- en su magnífico libro “Cuentos Populares Salmantinos” estuvimos en La Alberca y “recogimos los cuentos que aquí figuran de este pueblo”. Recuerdo verle en mi casa con todo su gran aparataje “un magnetófono de algo más de doce kilos que habíamos de transportar” y “donde una vez llegados, nos recibieron y ayudaron los queridos amigos Luciano Barcala e Isidro Puerto, médico y boticario respectivamente del lugar. Por lo que pocos minutos después, ya entraba el aparato en funciones, tras haber hecho saltar previamente los plomos de una sumaria instalación eléctrica” -eso era muy corriente por aquel entonces y yo con apenas catorce años ya tenía gran experiencia quitando y poniendo plomos cuando las circunstancias lo requerían-. Me ilusionaba ver a Don Luis haciendo filigranas con el aparato mientras la señora Beatriz Mancebo, para nosotros la Tía Triz, con ochenta y cinco años “fue dejando su voz, viva aún en mis cintas, contándonos versiones de un gran interés”. Don Luis Cortés nos cuenta que con su amigo Jesús conoció el “hondón” de Batuecas y en la subida la vespa se estropeó “nada más trasponer el Portillo, lo que nos permitió llegar al pueblo en rueda libre y sin motor”.Mari Puerto y la señora Dolores también le contaron otros muchos cuentos y anécdotas que las gentes del pueblo se sabían y transmitían por medio de la tradición oral.
DESVIAIMELO DEL CAHTAÑO
Era un matrimonio, que eran ya bastante grandeh. Y la mujer decía que quería morirse primero qu´el marido. Cuando fue y el marido por ver si era verdad, fue y se hizo el muerto.-oiga uhté- y haciéndose el muerto, pueh fue ya la madre, la mujer, amoh, y le hizo el entierro. Le hizo el entierro, con todo, lo mihmo que loh demah, claramente. Lo amortajaron, lo metieron en lah andah, y lo llevaron a enterrar.
En ehto que ya lo llevaban a enterrar y había un cahtaño en el camino. Tenía unah ramah. Y al pasar por el cahtaño, fue él y ya dehque lo llevaban s´agarró del cahtaño, y él enviveció, se levantó vivo. No se había muerto, era que lo fingió, pueh no ehtaba muerto
Y dehque resucitó iba pa casa, volvió toda la gente con el intierro pa casa.
Bueno. Ahora ya va y se murió mah adelante, y fue verdá que se murió. Cuando iban llorando a mujer detráh, e iba diciendo
-¡Ay!, ¡Ay! ¡Ay! Ya no te vuelvo a ver. Ya pa siempre, pa siempre, adioh pa siempre. ¡Ay! desviáimelo del cahtaño no suceda lo de antaño.- Oiga uhté-.
Y s´acabó el cuento. (La señora Beatriz Mancebo, 85 años-La Alberca)
LA DEVOTA Y LA BOTA DE VINO
Ehte cuento eh mu chiquinino, muy chiquinino
Era una muher que iba a buscar un haz de hornija pa encender, y llevaba una bota de vino en bajo el mandil, y llevaba el rosario en la mano rezándolo, eso eh.
Bueno, puh va un muchacho, y como la vio con el rosario en la mano, va y le dice:
-¡Ay, tía, que devota va!
Ah, ¡mardito!, pronto la vihte, toma una gota
Y le dio una gota y s´acabó el cuento.
(La señora Beatriz Mancebo, 85 años- La Alberca)




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