viernes, 21 de octubre de 2011

RECORDATORIO AL NIÑO QUE NUNCA DEBERÍAMOS DE DEJAR DE SER































RECORDATORIO AL NIÑO QUE NUNCA DEBERÍAMOS DE DEJAR DE SER
Le ha hecho mucha gracia a un seguidor de este blog, cuando digo que después de haber encendido una lumbre en el campo, haber asado las castañas y hartarnos a comer calboches, antes de irnos teníamos por costumbre apagar el fuego con tierra, echando por encima unas meadas. Pues sí, amigo seguidor, quizás fuéramos un poco naturalistas al hacer nuestras cosas, no como muchas gentes de hoy que salen al campo a hacer una barbacoa y después se despreocupan de apagar el fuego y se van tan tranquilos. Nosotros en los años cincuenta éramos conscientes que si hacíamos una fogata, debería de ser en un sitio seguro, existía el miedo a que un adulto si nos pillaba nos diera un buen tirón de orejas. Encendíamos la lumbre, poníamos unas piedras alrededor de ella donde nos sentábamos y mientras las castañas se asaban en unos trozos de papel de periódicos metíamos hojas secas de nogal, eran nuestros cigarros que la mayor de las veces a la tercera calada nos quemaba la nariz. Eso sí, fumar nos hacía importantes Con algunos oricios había que tener especial habilidad para terminarlos de abrir con una suave y sencilla pisada y algún que otro ¡coño!, que se nos escapaba.. Después de comer los calboches, echábamos tierra sobre la lumbre a” puñao” limpio y comenzaba el turno de meadas para rematar el fuego, había que dejarlo bien apagado. Costumbres naturales: ¿Os habéis dado cuenta que hoy los perritos de las ciudades mean en las esquinas y dejan en el suelo sus necesidades? Han perdido el hábito de mover las patas para tapar con tierra. Son perritos perniciosos, maleducados y enfrenta-vecinos. Luego cuando regresábamos por el camino se hacía una raya en el suelo y la siguiente jugadita consistía en una apuesta para ver quien meaba más lejos.
Si el tiempo había sido lluvioso se aprovechaba para coger algunos cogolmillos y llevarlos para casa y de paso si algún manzano, peral o ciruelo ofrecía buenas perspectivas saltábamos con cuidado por las paredes procurando no pisar los sembrados. ¡Triste pena que muchas veces no llegábamos ni a las ramas más bajas! No se nos olvida que este tiempo además de ser propio de calboches y cogolmillos lo era también de avispas. ¿Sabéis el mejor remedio que empleábamos cuando estando por el campo nos picaba una avispa? Pues muy sencillo volvemos otra vez a la simpática sonrisa de la meada? Mira Juanito mea en la tierra, haz una bola con ello y te lo pones en la pierna, donde te ha picado. ¡Pues sabes que ya no me duele! El “meao” Juanito que tiene propiedades ocultas…Para todo hay que saber…
En el Arte de Volar de Antonio Altarriba y Kin vemos como los muchachos de pueblo corren sobre las paredes de piedra que los campesinos han levantado para separar sus tierras. Hasta han construido una cabaña donde se refugian. Escenas que parecen calcadas a lo que nosotros hacíamos por aquel entonces.
Ya al atardecer, regresábamos al pueblo junto a una gran nube de polvo, era el rebaño de las cabras que traía Ero y que no nos interesa adelantar. Y ahí, va la despedida:
Mi meada la más larga
Hoy he sido campeón
¡Vamos anda! corre y larga
Tú eres un poco “cagón”
Entonces. ¡No, más amigos!
Vamos hombre no te enfades.
¿Sabes dónde hay buenos higos?
¿”Pa” las Datas? No, “p´al Hoyo”
Pues entonces no lo cuentes.
Mañana, a eso de las cinco.
Tres “cuqueos” y en el poyo.
¡Y no aburras, dando brincos!













No hay comentarios: