domingo, 13 de noviembre de 2011

EL ESTANCO DEL SEÑOR DOMINGO


EL ESTANCO DEL SEÑOR DOMINGO
En la década de los años sesenta el estanco estaba en la calle de la Puente, lo llevaba el señor Domingo Mecu (seguramente sería su apodo) . Era un hombre tranquilo y tenía una cualidad que llamaba la atención. Cuando le dabas una moneda la hacía sonar contra la madera de su mostrador y por el sonido las conocía. Varias veces hice con él la prueba y nunca fallaba. El tabaco que más comprábamos la clase estudiantil y medio parada eran los clásicos Celtas que costaban cuatro cincuenta si eran cortos y seis pesetas los largos. Había quien todavía líaba y compraba su librito y paquete de caldo de gallina. Las cajas de cerilla formaban bonitas colecciones. El señor Domingo no fumaba pero podías pasar un rato con él charlando mientras echabas las primeras caladas y veías con envidia como había gente que se llevaba su paquete de Ducados o los nuevos rubios de Fortuna, Reno , Bisonte, Marboro, etc ,etc. Yo fumaba Celtas y un día advertí al señor Domingo que tuviera cuidado y no dijera a nadie el secreto de dicha palabra (camaradas, españoles, levantaos, tenemos, armas, soviéticas) y después también le dije lo que significaba la palabra al revés (seréis, ahorcados, todos, los, españoles, comunistas). Era la manera de pasar un rato agradable en una Alberca que se vivía con gran tranquilidad y sin prisas pues a todos los sitios se llegaba al instante. Eso sí, en el Ayuntamiento estaban bien amarradas el yugo y las flechas. Apenas salía del Estanco del Señor Domingo, si me encontraba con Marcos había que echar unos chinitos, nos ganábamos el uno al otro pero para que me cobrara un vaso había que pelearse con él. Yo, más de un chiquito no pasaba pues los caldos de Marcos antes de comer y con el estómago vacío animaban más de la cuenta. Y ya de paso si te encontrabas con Juan que era el cartero o con Pura su mujer, se llevaba uno el correo, el tabaco y el vinillo correspondiente, y sobre todo el haber estado con gentes tan agradables como eran las de nuestro pueblo y donde se vivía con tanta tranquilidad que al pasar por algunas calles te daba tiempo a pasar y al cabo del rato oír ¡agua va!- reminiscencias ya de tiempos de antaño-.

























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