martes, 15 de enero de 2013

LOS CASORIOS




















LOS CASORIOS
Las Cordilleras del Alba de José Luis Puerto, es un libro que siempre tiene que tener uno a mano y al poco tiempo (que perdone José Luis) el libro ya no es de él se lo siente uno como propio, de todos nosotros, de nuestra propia esencia.
Pero, perdón:¿Qué ha sido ese ruido? Acaban de portear la puerta de mi casa, la han entreabierto y han dicho con una voz ronca y fuerte:¡¡Por la mañana temprano a acompañar a los higos?
Como me ha sonado todo a raro, he decidido seguir leyendo el libro y dejarme de monsergas.
Te entresaco, amigo, el siguiente párrafo: “Las nueces, ya en las casas, se raspaban bien con un cuchillo y se lavaban en calderos de cobre, para luego ponerlas a secar en los balcones, en los terrados o en las azoteas. Terminaban vendiéndose, o intercambiándose por otros productos, en aquella economía de trueque. Pero algunas se guardaban para, en la Navidad, meterlas en los higos secos y formar así los casorios, un manjar navideño en tiempos de escasez”.
He tenido, de nuevo, que interrumpir la lectura, porque han vuelto a llamar a la puerta: “¡Por la mañana temprano a acompañar a los novios!”
Pero bueno...Este es Peromingo que no deja mis pensamientos en paz; y me dice: ¡ya lo tengo!
Copia y calla a ver que sale. Pues vamos a ver...
Ha cogido su guitarra, me ha dado a mí una botella de anís (vacía) con una llave antigua para que le acompañara y así hemos empezado a trovar:

El higo seco y la nuez / se quieren los dos juntar.
Y son los dos a la vez.
 Un delicioso manjar. (tirorí.tirorá)

 Será comida de pobres / ¡Pero qué riquillos son!
Y ya sabes la canción.
Espero que ni uno sobre. (tirorí, tirorá)

 Porque están así tan ricos / que aprieto el higo, y la nuez
Le dice adiós a Perico.
Y este si puede...¡rediez! (tirorí, tirorá)

 Su nombre no te lo he dicho /y es sin duda muy notorio
Una nuez y un higo seco
En La Alberca es un casorio. (tirorí, tirorá)
Y un delicioso capricho.
Por comer uno no peco
El pecado es más de diez. (tirorí, tirorá)

 Peromingo ha terminado su canción. Ha dejado la guitarra al lado de la llave antigua y la botella de anís.
 Se ha levantado y me ha dicho: Sigue leyendo el libro de José Luis, que yo: ¡¡Me voy a confesar!! Y... (tirorí, tirorá)
Ha vuelto, limpio de todo pecado. Ha cogido su guitarra.
Y se ha ido a rondar así a una chiquilla serrana:

En el altar de tu boca / te está esperando una nuez
Envuelta en un higo seco.
¿Si te doy un beso peco? / (¡Al infierno, que van diez!)
Y al altar. ¡Que ya te toca!

 (el resto para otro día)

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