miércoles, 25 de enero de 2017

HISTORIAS DEL VIEJO ÓRGANO DE LA IGLESIA PARROQUIAL –I-























HISTORIAS DEL VIEJO ÓRGANO DE LA IGLESIA PARROQUIAL –I-


Este trasto. Hoy quizás, podríamos llamarlo trasto. Pero en la década de los cincuenta era un auténtico y grandioso instrumento-mueble  musical. Un mueble con complicados registros, puertecillas, teclas, tubos-trompetas y pedales para uso de los entendidos.
Entrábamos a la iglesia parroquial por la puerta del Solano Bajero y a la derecha, un poquito antes de llegar a la pila bautismal del siglo XIII, en la mismísima pared estaba la entrada, siempre oscura, del coro. Veinte escalones y estabas arriba. Si ibas hacia adelante y te ponías delante de la barandilla, desde allí, desde lo alto, podías disfrutar de una hermosa  vista de todo el templo.
Optabas por quedarte en la parte de atrás y te podías sentar en una antiquísima y fuerte sillería del coro.
Comenzaba la Misa Mayor  y Jesús, el sacristán, mientras se quitaba la bufanda de la boca, abría puertas y registros, se levantaba y reprendía a los chiquillos ¡Id llenando el fuelle con cuidado! El fuelle era una especie de acordeón con un gran peso encima y un artilugio  de madera que se hacía mover  de un lado a otro, mientras se  llenaba  de aire. Una vez lleno el fuelle. Los chiquillos nos subíamos encima y  el sacristán terminaba   enfadándose.
Don Saturnino: -¡Dominus vobiscum!-
Jesús-contestaba, con la música del órgano-:¡Et cum spíritu tuo!
Y seguía con el:  Credo in unum Deum. Patrem omnipotentem, factores coeli et terrae visibilium ómnium et invisibilium; et in unum Dominum Jesum Christum. Filium Dei,…”
Yo creía que el latín era el lenguaje de Dios y que no lo entendía nadie más que Él.- ¿Quién me iba a mí a decir que la reválida de cuarto la iba a aprobar con un nueve en latín y un cinco “pelao” en matemáticas?-
 De pronto a la música del órgano se unía un curioso repiqueteo de palos del viejo y destartalado órgano.
Jesús-volvía-…“Voy a echaros a todos de ahí…” Se sentaba de nuevo, pisaba los pedales y nos conmocionaba de nuevo  tocando, mientras la gente comulgaba: “Vamos niño al Sagrario, que Jesús llorando está, pero viendo tantos niños muy contento se pondrá.  No llores Jesús, no llores que me vas a hacer llorar pues los niños de este pueblo te queremos consolar. Vamos niños  al Sagrario,…”
Los agudos y graves de las trompetillas se extendían con fuerza por todo el templo, mientras le tocaba repetir: “¡No lo llenéis hasta arriba y dejad de enredar…!
Cuando  se elevaba el Santísimo o se empezaba a marchar ya la gente del templo, Jesús daba los últimos toques tocando el himno nacional, era emocionante, te sobrecogía el chinda, chinda.  Tachinda, chinda,chinda,…¡¡De aquel entonces!!



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