lunes, 10 de octubre de 2011

LAMPARILLAS: LA DEVOCIÓN A LAS ÁNIMAS


























LA DEVOCIÓN A LAS ÁNIMAS NO TIENE LÍMITES
Velas. Candiles. Velones.
Faroles y lamparillas.
Noviembre. Grandes hachones.
Sombras. Luces. Campanillas.
Y llegan los tristes sones.
¡El ay Dios! De las capillas.
¿Te acuerdas? Sí, pero…¿aquello?
Todo, todo lo recuerdo.
Fue: alegre, triste, bello.
Fugaz. Animoso. Cuerdo.
La carta llevaba un sello
¿La dirección? Si hay destino
Seguro no hay desacuerdo.
Una estrella. Luz. Camino.
Y un suspiro de muy dentro:
Solos se quedan los vivos.
Lejos se marchan los muertos.
Pasamos. ¿Somos cautivos?
Atardeceres inciertos.
Se fueron ¿estarán vivos?
Muchos vivos pasan muertos.
Velas. Candiles. Velones.
Faroles y lamparillas.
Noviembre con tristes sones
Sombras. Luces. Campanillas.
La sierra sin su fragancia
Y sus gentes tan sencillas.
Béjar, rugosidad blanca
¡Sola la Peña de Francia!
Y allá, lejos, Salamanca.
Y en nuestro pueblo, todos los atardeceres, por calles y plazuelas, pasa lentamente la mujer de las Animas con sus acompañantes. En cada rincón tres toques de la campanilla y recita su salmodia:”Fieles cristianos acordémonos de la Benditas ánimas de Purgatorio, con un Padrenuestro y un Avemaría por el amor de Dios. Otro Padrenuestro y otro Avemaría por los que estén en pecado mortal para que su Divina Majestad los saque de tan miserable estado”. Bellísima oración que bien merece ser recitada por todas las esquinas y bocacalles del pueblo. Mientras temblorosa queda, ante una caja portátil de madera que lleva una santa Rita, un San Antonio o un San José, una lamparilla hecha con bolitas de algodón, empapadas en aceite y que alumbra su imagen en recuerdo de las almas de todos aquellos que en familiar recuerdo se fueron.






























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