viernes, 1 de noviembre de 2013

RELATOS DE OTOÑO: EL CABRITO ASADO






















RELATOS DE OTOÑO:

                                EL CABRITO ASADO

No es palabra mal sonante / aunque se empeñe un chaval
 En repetirla -¡Y bastante!- / “Cabrito. ¡Vaya cabrito!
¿Es al guisado, o al parlante? /-¡Pues a mí, me importa un pito!-
Vamos al plato. ¡Tunante! / Que es un manjar exquisito.

 En compañía de Trini y Mari Puerto y en el mismo ambiente que tanto le agradaba a Don Isidro, el Boticario y padre de ellas, al calor de la lumbre de suelo, hemos mantenido este animado encuentro.
 Mari es la principal animadora de la charla y de sus anécdotas: lo hace con la misma gracia, arte y chispa de su padre y así nos fue respondiendo a las siguientes preguntas:

-Mari, además del Limón que me cuentas de otros platos típicos albercanos:
 El Cabrito asado es una de las viandas preferidas de los albercanos.

-Recuerdo que tu padre era un gran experto:
 Decía que era un manjar sabrosísimo y suculento. “Bocato di cardinalis” lo llamaba y la señora Minica, madre de tu amigo Pedro, que era muy alegre y chistosa repetía un dicho de La Alberca:” ¿Qué es lo que más le gusta a un albercano? Un cabrito asado y una misa cantada”.

 Las cabras- sigue contándonos Mari- parían en invierno, todas las familias tenían 3,4, 5,... que enviaban a la piara. -Ero, fue uno de los últimos pastores, ¿recuerdas?:

 Si. Los pastores las llevaban a los pastos comunales del pueblo. Cuando eran pequeñas y salían por primera vez, se las enseñaba a ir a la casa de los dueños. Para ello, estos iban a esperarlas con alguna golosina, un puñado de sal en la mano, que les gustaba mucho a las “chivinas”. Y luego ya en la casa les ponían una latita de esos envases de las sardinillas con castañas secas. Así aprendían a venir a casa.

 -¿Y qué se hacía en aquella época con los cabritillos?
 Solían venderse para sacar un dinero, que mucha falta hacía, para alguna necesidad o darse un gustillo. Por ejemplo comprar un percal o chambra que las madres confeccionaban. Las que no tenían máquina de coser iban donde las vecinas, por entonces todos se hacían favores mutuos.

-Nos vamos a la cocina, mientras Trini prepara su relato:
“Nos sentábamos alrededor de la lumbre de suelo en unos tajos que poníamos cerca del hoguero. Era Don Isidro quien se encargaba de colocar los leños y atizar las brasas, tenía unas buenas tenazas y un soplillo bastante eficaz”.

 Continúa Mari:
 La familia presenciaba el basado. Se pinchaba en un asador, utensilio de cocina alargado, de hierro, terminado en punta y con una arandela de hierro para colgarlo en la espetera. Se apoyaba en trípodes de hierro en forma de gallo. Quienes no tenían esa pieza lo apoyaban en el asa de algún puchero o perol, poniéndolo en diagonal sobre el suelo. Lentamente se iba asando con el calor de las brasas de la lumbre

-¿Y qué ingredientes se utilizaban?
 Solamente se espolvoreaba con un poquito de sal y se iba untando con un trozo de tocino para que la piel no se quemara. La carne era tan sabrosa que no necesitaba ningún ingrediente. Cocinar este manjar se convertía en una agradable velada.
 Te diré que no faltaba el vino peleón de la sierra y luego después se concluía todo este gran ritual haciendo una buena “calvochá”, las clásicas castañas asadas.























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