EL CAMINO DE LA CORREDERA
Los
caminos dibujan líneas y rectas y son huellas del tiempo; pisadas de piedras y
polvo, sentimientos.
De
los muchos caminos que hay en La Alberca, este de la Corredera que parte justo
al lado de la Ermita de San Antonio hasta ir perdiendo el trazado o algún
regato que lo atraviese, y llegar allá a la profundidad del Hoyo, es uno de los
que más me agrada por lo transitable que es.
El
primer tramo, el trozo paralelo que quiere competir con la que fue polvorienta
carretera que va a Salamanca, es un
trazado cómodo formado a base de huellas y pisadas limpias.
Está
limitado por unas paredes de piedra que te pueden llegar a lo alto de la
rodilla o alzándose un poco más no te impiden ver los contornos o alrededores,
cuadrados de huertos familiares.
Según
pasas notas si la familia está en el pueblo o son demasiado mayores, para no
poderles ir a dar una vuelta; hojas recientes en el suelo o de más tiempo;
castaños, pequeñas nogales, manzanos, perales, cerezos, guindos,...
¡Mira
en ese huerto hay un burro!, nada más verte
se acerca, mueve la cola y se va.
Oteando
el paisaje, según te mueves o te dejan ver algunos árboles, se ve la proximidad
de algunas casas del pueblo. Se escucha el reloj de la torre, el toque de las
campanas o si es día de fiesta el estampido de los cohetes. La Peña del Huevo
contornea el alto horizonte que destaca la singular forma de la Peña de
Francia.
La
mayor tristeza la produce ese castaño, huesudo y seco que se llevó “la tinta”.
¿No
recuerdas la gran cantidad de hojas que tenía? Y la gran cantidad de castañas
que regalaba al camino o a la carretera...Ese
huerto era...si digo la Carambanera ¿estoy metiendo la pata?...Pues mira,
déjalo.
En
unos años perdió todas sus hojas, su último brote y rebrote; no pudo sobrevivir
y ahí está como un armazón que no vale
ni siquiera para poste de la luz. Los pintores le miran al pasar. Los poetas
esperan que cambie el cielo, el amanecer, el medio día, la nube tormentosa,...
Es en la noche cuando la luna banquea aún más lo blanquecino que tiene su
cuerpo para que el pensamiento ponga alas a la imaginación. Y si ves que pasa
una bruja o te asusta una lechuza el pueblo está ya a cuatro pasos.
Pero
es un niño cuando pasa al lado de la Ermita de San Antonio, sin que nadie le vea, el que aprovecha el momento
para tirarle una piedra, su amigo otra y luego él otra,...
“¡Ten
“cuidao” a ver si hay alguien por ahí
escondío”! Y se echan los dos a correr, esperando a ver si un fuerte temporal lo cae al suelo y tienen un estupendo
escondite para sus juegos o un grandioso caballo de madera para poner alas a su
imaginación.
Mañana
aunque llueva, nieve o haga frío, volveremos a pasar por este camino de la
Corredera tan a mano y acogedor porque
es un excelente paseo para todos los tiempos.
¿Y
si viene una vaca, un perro o una moto? Difícil es, pero si así fuera, te subes
a una pared y te echas a reír un rato...
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