EL
SABORCILLO DE LA VIDA VERANIEGA.
Hay quienes pretenden dar a conocer o
resaltar la singular vida de nuestros pueblos de la Sierra de Francia – y no
dudamos de sus buenas y mejores intenciones o deseos- ofreciendo una imagen que
se aleja un poco de su más significativa
realidad.
Y también, acuden personas buscando en
ellos ambiente de localidades playeras y bulliciosas, como si nos unificara con
Marbella, Torremolinos o la Marina D´Or más atractiva del momento. Y en esos casos, no
es extraño que surja el desencanto o la decepción.
Quienes nada más llegar a nuestros
pequeños pueblos, se detienen a
contemplar su singular arquitectura, con esquinas, calles y rincones que
ofrecen motivos propios de localidades eminentemente serranas, sienten en seguida
el encanto de su peculiar forma de hacer vida tradicional; de esta manera
permanecerán entre sus gentes el tiempo que fuera menester y valorarán más su
vida cotidiana, fiestas, ritos y costumbres.
Bien es verdad, que los actuales cambios que
surgen en nuestra sociedad hacen también
mella en estos pueblecitos que tratan de “modernizarse” pero hay que hacer
lo posible para que no pierdan aquellos aspectos que son propios de su peculiar
idiosincrasia.
Hay algo que siempre permanece y emociona cuando estás en ellos; brotando de sus entrañas, en el momento menos esperado, o en tiempos
señalados de fiestas y celebraciones.
Te invito, amigo visitante, a sentarte
en cualquier poyete, de los muchos que hay en sus diferentes calles y rincones.
Deja en paz tu máquina de fotografiar y mira hacia arriba, hacia esos
balconajes y atrevidos aleros que muestran el hacer y construir de otros
tiempos. Detente también a contemplar el
empedrado, las puertas y portones de sus viejos edificios, las ventanas,
ventaninas y entramados de madera, los dinteles con sus inscripciones, fechas
de su construcción,…
Los entrantes de sombra y sol, que
descuelgan de sus fachadas, te mostrarán
el lugar más adecuado para sentarte,
descansar y contemplar. Y podrás admirar
los claroscuros que ofrece el momento en sus rincones y callejuelas. Mientras
percibes el abrir o cerrar de sus portones, el lento caminar de sus gentes por el empedrado, el murmullo de una fuente cantarina
y las voces de juegos infantiles que se espanden de uno a otro lado de cada
rincón.
Todo este ambiente impregnado de
sosegada tranquilidad con el agradable airecillo serrano que baja de sus cercanas sierras y riachuelos que rodean sus contornos.
Caen lentas las campanadas del reloj de
la torre de la iglesia mientras las frases más habituales son las propias de todo hijo de vecino –aunque
seas forastero-. “Pero…¿todavía son las once?”
Vamos un rato a la Casa Museo de Satur
Juanela.
“¿Qué
ya son las dos?”
“Ha pasado el tiempo que ni me he dado
cuenta”.
Y si tienes posibles o esa es tu
intención: ¡Qué bueno es el cabrito de aquí!... La carne asada, las patatas
meneás,…
Mientras corren y se desgranan lentamente
las horas, el pueblo siempre ofrece detalles de vida significativos:
Mira, ¡un caballo cargado de heno!
¿Y este portón tan bien labrado?...
Pregunta por Tomasín, enseguida te dirán.
¿Y ese paño bordado?
Seguro que Carmina Requejo o Tere, nieta
de la señora Agustina, te enseñerán sus labores, dando con agrado mil explicaciones de sus artesanales
trabajos hechos durante todo el invierno a mano.
¿Y el embutido, lo traen de Salamanca?
Al revés, de aquí lo llevan-contestas- y
enseguida nombras a Fermín, a Eusebio, a la Fábrica Cooperativa,…
Y si lo quieres familiar, cuando pases por el Barrionuevo ya verás como
Santiaga enseguida te lo ofrecerá y te invitará a probarlo.
Se ha pasado el tiempo tan deprisa que si vas
a ir a otro lugar no te moverás de esa calle o rincón donde estés, sin antes recibir
la sensación que produce ver pasar a tu
lado a La mujer de las Ánimas y a sus acompañantes, que van rezando y recitando su salmodia al toque lento y
sugestivo de la campanilla.
Acaba Julio –decimos y recordamos quienes hemos nacido en La Alberca-:
“Si el día de Santiago suena el esquilón, campana que está al este de la torre,
es señal que hay toro en las fiestas del
Día´Agosto”.
Y después el rejete del tamborilero, lo
seguirá anunciando con su sonsonete especial, mientras los mozos silbarán y jalearán con la máxima
emoción.
“¡El toro, niño, qué habrá toro!”
Y
comedia, y Loa, y Ofertorio, y danzas, y bailes, y…el clásico saborcillo de la
vida veraniega local recobrará su máximo explendor el 15 de Agosto, con la
más emocionante y tradicional realidad.
X-
Fotos de diferentes autores.
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