sábado, 26 de julio de 2014

EL SABORCILLO DE LA VIDA VERANIEGA
















EL SABORCILLO DE LA VIDA   VERANIEGA.

Hay quienes pretenden dar a conocer o resaltar la singular vida de nuestros pueblos de la Sierra de Francia – y no dudamos de sus buenas y mejores intenciones o deseos- ofreciendo una imagen que  se aleja un poco de su más significativa  realidad.
Y también, acuden personas buscando en ellos ambiente de localidades playeras y bulliciosas, como si nos unificara con Marbella, Torremolinos o la Marina D´Or  más atractiva del momento. Y en esos casos, no es extraño que surja el desencanto o la decepción.
Quienes nada más llegar a nuestros pequeños pueblos, se detienen  a contemplar su singular arquitectura, con esquinas, calles y rincones que ofrecen motivos propios de localidades eminentemente serranas, sienten en seguida el encanto de su peculiar forma de hacer vida tradicional; de esta manera permanecerán entre sus gentes el tiempo que fuera menester y valorarán más su vida cotidiana, fiestas, ritos y costumbres.
 Bien es verdad, que los actuales cambios que surgen en nuestra sociedad  hacen también mella en estos pueblecitos  que  tratan de “modernizarse” pero hay que hacer lo posible para que no pierdan aquellos aspectos que son propios de su peculiar idiosincrasia.
Hay algo que siempre permanece y  emociona cuando estás en ellos; brotando  de sus entrañas,  en el momento menos esperado, o en tiempos señalados de fiestas y celebraciones.
Te invito, amigo visitante, a sentarte en cualquier poyete, de los muchos que hay en sus diferentes calles y rincones. Deja en paz tu máquina de fotografiar y mira hacia arriba, hacia esos balconajes y atrevidos aleros que muestran el hacer y construir de otros tiempos. Detente  también a contemplar el empedrado, las puertas y portones de sus viejos edificios, las ventanas, ventaninas y entramados de madera, los dinteles con sus inscripciones, fechas de su construcción,…
Los entrantes de sombra y sol, que descuelgan de sus fachadas,  te mostrarán  el lugar más adecuado para sentarte, descansar y contemplar. Y podrás  admirar los claroscuros que ofrece el momento en sus rincones y callejuelas. Mientras percibes el abrir o cerrar de sus portones, el lento caminar  de sus gentes por el  empedrado, el murmullo de una fuente cantarina y las voces de juegos infantiles que se espanden de uno a otro lado de cada rincón.
Todo este ambiente impregnado de sosegada tranquilidad con el agradable airecillo serrano que  baja de sus cercanas sierras y  riachuelos que rodean sus contornos.
Caen lentas las campanadas del reloj de la torre de la iglesia mientras las frases más habituales  son las propias de todo hijo de vecino –aunque seas forastero-. “Pero…¿todavía son las once?”
Vamos un rato a la Casa Museo de Satur Juanela.
 “¿Qué ya son las dos?”
“Ha pasado el tiempo que ni me he dado cuenta”.
Y si tienes posibles o esa es tu intención: ¡Qué bueno es el cabrito de aquí!... La carne asada, las patatas meneás,…
Mientras corren y se desgranan lentamente las horas, el pueblo siempre ofrece detalles de vida significativos:
Mira, ¡un caballo cargado de heno!
¿Y este portón tan  bien labrado?...
Pregunta por Tomasín, enseguida te dirán.
¿Y ese paño bordado?
Seguro que Carmina Requejo o Tere, nieta de la señora Agustina, te enseñerán sus labores, dando  con agrado mil explicaciones de sus artesanales trabajos hechos durante todo el invierno a mano.
¿Y el embutido, lo traen de  Salamanca?
Al revés, de aquí lo llevan-contestas- y enseguida  nombras  a Fermín, a Eusebio, a la Fábrica Cooperativa,… Y si lo quieres familiar, cuando pases por el Barrionuevo ya verás como Santiaga enseguida te lo ofrecerá y te invitará a probarlo.
Se ha pasado el tiempo tan deprisa que  si vas  a ir a otro lugar no te moverás de esa calle o rincón donde estés,  sin antes   recibir la sensación que produce ver  pasar a tu lado a La mujer de las Ánimas y a sus acompañantes,  que van rezando y  recitando su salmodia al toque lento y sugestivo  de la campanilla.
Acaba Julio –decimos y  recordamos quienes hemos nacido en La Alberca-: “Si el día de Santiago suena el esquilón, campana que está al este de la torre, es señal  que hay toro en las fiestas del Día´Agosto”.
Y después el rejete del tamborilero, lo seguirá anunciando con su sonsonete especial, mientras los   mozos silbarán y jalearán con la máxima emoción.
“¡El toro, niño, qué  habrá toro!”
Y comedia, y Loa, y Ofertorio, y danzas, y bailes, y…el clásico saborcillo de la vida veraniega local recobrará su máximo explendor el 15 de Agosto,  con  la más emocionante  y tradicional realidad.


X- Fotos de diferentes autores.



























































































































































































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