UN TIEMPO PARA LA MEDITACIÓN
Se acaba octubre. Un tiempo sin palabras
o empleadas las justas para los momentos más oportunos. Y se aproxima con días
veraniegos noviembre. Atrás quedaron
tormentas de vientos y de
aguas. Esperamos que llegue por fin el
frío propio de esta época.
Un tiempo para la meditación. Para asar
castañas en la lumbre de suelo y sentir como saltan los calboches despojándose
de su cáscara. Exquisitos manjares que con una pinta de aguardiente y en
campechana mesa de cortinal, animan las tertulias del otoño.
La luz del farol trae el recuerdo de los
que se fueron y reanima a vivir entre nosotros su vida eterna con la oración.
Lloverá de nuevo y se empapará la hojarasca del campo; algunas nueces y
castañas permanecerán ocultas entre la
misma hasta que las descubra el cerdo o el jabalí.
“Quién no entiende de setas, que no se
meta, que no se meta” dice nuestro particular refranero. Y más aún, así de
sencillo:”Sombrero y anillos, y estamos mentando los cogolmillos”.
Sale el sol: Veranillo de San Martín. Y
yo no sé de cuantos santos más, pues se alarga demasiado. El fuerte calor
desprende lánguidas cortinillas del vapor de los tejados y de las maderas de castaño de
los viejos caserones.
El paisaje cambia y gana en multitud de
colores que contrastan con el azul, siempre vivo y puro del faldón de la Peña
de Francia.
En los balcones o corredores, de cara al
sol, no faltan las mantas extendidas
de fréjoles, aquí frejones. Y en
plazas, esquinas o rincones se forma el
amigable grupo de quienes los van pelando
poco a poco, en animada y confortable charla.
De las avispas no te fies que aunque
andan a lo suyo si pueden picar, pican.
La campana de la torre deja caer todos los atardeceres sus lentos y debilitados toques invitando a las gentes
al rezo de las oraciones, del rosario, de las plegarias de las horas, de las
ánimas del purgatorio,…
Es un tiempo de recuerdos, de profundos
sentimientos, de meditación. Y nos vienen a la memoria aquellos continuos
toques de campanas del día de todos los Santos.
Federico Muelas que estuvo y conoció La
Alberca cuando el Congreso de los Poetas nos habla que haría falta una
Agrupación de Amigos de las campanas. “De esas voces limpias y cantarinas que
resumían mejor que pudiera hacerlo la frase o el color, el verdadero carácter
del lugar”
Familiaricémonos con sus toques,
diferentes tañidos, dobles, dobles tañidos, repiques, repiqueteos, voleos,
balanceos para que expresen con sus sonidos exactamente el mensaje que debían
transmitir y que anuncian bodas, fiestas, bautizos, oficios religiosos,
funerales, fuego en los campos, etc…Unidos también a los tiempos de meditación,
reunión y recuerdo en La Alberca no
pueden faltar los guisos de carne asada y
si cae alguna pinta ¡qué le vas a hacer!...el muerto al…y el vivo al jolgorio.
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