...EN LAS BATUECAS
No pienses, amigo lector, que se trata de un reclamo. O de una frase literaria que pueda constituir un absurdo retruécano. Es una realidad.
Si Batuecas es un Desierto. ¡Apaga y vámonos!
Aunque, al llegar allí se tope uno con el cerrojo de un privilegiado lugar, dedicado a la clausura. ¡No corren tiempos para cerrar “tesoros inigualables”!
Una “misa bien vale Batuecas”, pero si bajas un domingo es posible que ni siquiera te sirva de excusa para poder entrar.
El encanto está en el “cerrajón”- dicen algunos. El turista o el visitante, lo arrasaría todo. Es lugar de clausura y oración.
Ellos, los cinco o seis frailes carmelitas que están dentro, tienen las miras más altas que lo puramente terrenal. Pero, si se abrieran un poquito...¡Sancho, con la iglesia hemos topado!
No obstante, existe el encanto y puedes coger la nueva vereda de madera, llegar a la primera puerta del convento y bajar por la ladera del río.
El camino te llevará a las Cabras Pintadas y si tienes piernas hasta el Chorro.
En la marcha te puedes encontrar con agradables sorpresas que ofrece la naturaleza. Muros de Berlín incluidos ya que la oración no está a tu alcance. Ni la fuente de Santa Teresa, ni la otra más sugestiva de las Conferencias.
Y tú ¿por qué sabes todo esto? Por haber tenido la suerte de conocer al Padre Tarsicio, en el caminar por la finca le notabas tan entusiasmado del Valle que en verdad estaba en Las Batuecas. Después humildemente se separaba, mientras llegaba el Padre Félix, albercano y prior del convento.
Eran los tiempos en que había que utilizar un trapo húmedo para ver las pinturas prehistóricas.
Después a bañarse y tumbarse boca arriba a la orilla del río. Mientras Don Isidro, maestro en el arte de asar carne, nos hablaba del Padre Cadete, de Jarero y nosotros descubríamos alrededor con ayuda de la imaginación, todas estas admirables visiones que por gracia aún seguimos viendo.
Aunque le extrañen a algún amigo que dice que como no se las marque, él ,ver, no ve nada de todo eso... Sin duda alguna, por ser faenas del destino y salir camufladas.
Observa ¡qué bien se nota! Es,El Oso Pardo de los Troncos del Roble.
(Una pena que la tinta de la impresora no nos haya dejado en el lugar que bien se merece Batuecas) Pero, así y todo, se ve....
No hay comentarios:
Publicar un comentario