BATUECAS ES MUCHO MÁS QUE ESO
Batuecas siempre ha sido un lugar apartado, enigmático. Quizás por eso fuera elegido como lugar tranquilo para jóvenes enamorados que huían de la Casa de Alba, como nos cuenta Alonso Sánchez en su obra “De rebús Hispaniae”.
También fue centro de atención de comedias o episodios de famosos autores de nuestra literatura. Lope de Vega, Juan Eugenio de Hartzembusch, Madame de Genlis y su obra Las Batuecas( que tanto influyó en Gorge Sand)
El abate Breuil, fue una de las primeras autoridades en arte prehistórico, que estuvo estudiando el arte rupestre de sus magníficos canchales del Zarzalón, la Pizarra y el Cristo.
Hasta que pasó Buñuel con su famosa película “Tierra sin pan”, le encantó tanto que quiso comprar la finca y el convento. Oyó campanas y se fue al otro valle ya más cacereño de las Hurdes, sin enterarse de la vida y costumbres que hacían aquí los batuecos, de su ensimismamiento y delicioso estado, que tanto recuerda a otra región española conocida por Babia.
Y no es casualidad que ambas tengan, aunque más Batuecas, de estados de encantamiento y misterio que es preciso descubrir para aquellos ojos de turista o ave de paso que quieren ver tanto que se van sin “catar” nada.
Y es que en Batuecas se tropieza en cada esquina con inigualables sensaciones de lo oculto, de transformaciones que se dan a lo largo del día y hacen aparecer extrañas sensaciones de lo misterioso. No son visiones de arenas movedizas pues Batuecas no es un “desierto”, como lo confirma el Padre Cadete con su cenobio de Morituro satis (para el que ha de morir basta), y afirma que Batuecas es Paraíso, Edén y Gloria.
Mira el frontispicio, que te topas al llegar al Monasterio y es portada pero no paso. En la parte superior derecha verás como una anciana pasa, entre sugestivas y apasionantes sombras dejando atrás la mortífera pelea con que se entretienen dos inmensos escarabajos que habitan el lugar.
Siguiendo la pared verás cómo se descuelgan sombras representativas de pasos de lobos, zorros, cabras monteses, mientras en el centro observa un perrito de un guarda de La Alberca la carga de corcha que transporta un caballo.
Todas estas cosas y más puedes ver tú, precavido lector si te adentras con curiosidad en el sugestivo valle. En la siguiente foto quiero mostrarte como vi camuflado en un roble el oso pardo de los árboles del bosque. Al instante surgieron en este y otros encantadores lugares, los correspondientes “yo creo...”. “ a mí me parece”...
Y en el correspondiente desahogo del misterio, nos fuimos todos tan contentos dando vueltas y vueltas camino de La Alberca en coche (aunque hubiera sido más acogedor subir por el camino bien llamado de “revienta hombres”, como tantas veces hiciéramos en otros tiempos)
El viaje a lo desconocido bien había merecido la pena.
¡No te lo pierdas!
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