LA HORA DE LAS AVE MARÍAS
La salmodia llama, aviva, recuerda, es oración poética. Poesía íntima, de hondos recuerdos en el atardecer de un pueblo de Castilla.
(Fieles cristianos, acordaos de las benditas Animas del Purgatorio,...)
El toque de la campanilla alerta. (¿A qué de pronto te llega el tilín-tilín de la Mujer de la Ánimas?).
Siento cómo se extiende después, ese toque y el rumor de oraciones y pisadas, por las vecinas calles y esquinas del pueblo.
Y ya más flojo, el tilín-tilín se pierde en la lejanía, en el tiempo,...(Tilín-tilín,i-in-i- in..)
Estando ya casi en noviembre, el otoño nos ha traído la caída de las hojas del castaño, del nogal,... y el campo, y los alrededores del pueblo, se están quedando esqueléticos.
En algunos hogares se siguen encendiendo lucecitas junto a esas capillitas de puertas abiertas de madera de San Antonio o de la Virgen del Carmen que van de casa en casa en amigable devoción; o también debajo de ese cuadro, la imagen o el altarcillo de un santo que ha ido pasando de unos a otros por devoción familiar.
Lucecitas tenues, según el momento, que chisporrotean si se inquietan, amarillentas y seductoras y que se han hecho con una dedicación especial, estrujando un trocito de algodón con los dedos, empapándolo después en un platito con aceite y encendiéndolas con esa cajita de cerillas que en estos casos tarda en encontrarse.
Las lucecitas evocan, llaman, despiertan y fijan más la atención de la persona devota. Si después de haberlas estado mirando durante un rato, cierras los ojos y quedan en tu mente, sientes el embrujo misterioso que los niños entienden por milagro.
El cuadro está perfectamente enmarcado. Es la hora de las Avemarías y la abuela se queda en silencio bisbiseando un no sé qué, que se adivina. Y en este momento del recuerdo con campanilla, salmodia, rosario entre los dedos y lucecitas de lamparillas de aceite encendidas, siempre hay quien tiene que meter la pata (“el jodío” gato que destapó el puchero, dejó la tapadera dando vueltas por el suelo de la cocina y salió corriendo como un loco...)
¿Te acuerdas cuando se iba la luz eléctrica? (se decía: el viento habrá caído un roble en la dehesa y seguro que ya hasta mañana no volverá...) ¡Que tienes que acompañar a tu tía! ¡Anda, saca el farol y que se ponga el mantón que este aire que llega de la Peña del Huevo...
Los faroles portátiles y de colores eran un orgullo de herencias familiares (hoy, hay quien se queda a dos velas).
Había que encender el velón de aceite o el candil ,(¡con una llama, niña, es bastante! Eh! , que están los tiempos...).
Espera que voy a preparar también el carburo (¡cómo huele! Pues que le vamos a hacer...)
En la calle está empezando a anochecer y llega el ganado y los hombres del campo. Si el viento arrecia cae agua en juro... ¿Quién conoce a ese muchacho que viene tapado con una capa, un saco por encima y montado en su caballería? “Un camión me asustó la caballería y espantó el ganado. (¡Puta cabra!, la carrera que me hizo echar... Pero bueno... “chivina-ven, ven guapa, con lo que yo te quiero...¡arre burro, dónde te vas a “mete”...)
“Se va el caimán/ se va el caimán/ se va por la barranquilla/ Una niña caminando/ en el suelo se le vió/ que no sabía caminar/ se va...)
¡Calla, Quisco, hombre- que es la hora de las Avemarías!. ¡Anda tú, eso...” pa” las viejas...; yo voy a echar de comer al” ganao”!
Y, después, “aonde” Gabi, que hay “furbo”.
Bueno hombre, pues nada. Yo a lo” mejó voy a onde” Marcial y después a Jacinto...En el cemento nos vemos...¡digo!
(... y otro Padrenuestro y otro Avemaría/, por los que estén en pecado mortal/ para que su Divina majestad/ los saque de tan miserable estado)
(¡Tilín-tilín.../in.in...i..in!)
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