INCONFUNDIBLEMENTE ALBERCANAS
Rosa tiene una especial sensibilidad
captando imágenes. Y allí donde pone el objetivo de su cámara salta la palabra.
¿Cómo es posible que uno se quede
simplemente abstraído viendo estas imágenes tan bien captadas y tan apropósito para ser comentadas?
Os dais cuenta que las tres señoras, paisanas
nuestras, no van vestidas con sus clásicas ropas serranas y sin embargo sus posturas,
asistiendo al oficio religioso, conservan las esencias más puras de la
tradición albercana.
No son señoras de las de antes, parece
que se han quedado ancladas en el tiempo, hermanadas en el sentir de la antigua
romería, conservando lo clásico de siempre.
En La Alberca todavía quedan mujeres más
que hombres, que tienen, vistan como vistan, ese aire tan propio y característico
que muestra su especial idiosincrasia.
La postura de la señora de la izquierda
es bien característica de quien acaba de venir de ponerse a bien con su Dios.
Reconcentrada al máximo en sí misma. La del lado contrario se pone el pañuelo
para defenderse de los fuertes rayos del sol de la dehesa pero con ese acento
del velo-pañuelo con aire oriental.
Pero de las tres paisanas es la del
centro la más significativa, la mano sobre la cara, el
pañuelo de colorines, la tez rugosa y la mirada profunda. Según nos está
mirando con un conformado y resignado…”¡velay”… sería suficiente para
mostrarnos todo un mundo de recuerdos y profundas sensaciones de vida.
SILUETA, MONTAÑA DE PIEDRAS Y DEVOCIÓN
Luego al atardecer para evitar las
tentaciones del mal ladrón, su silueta quedará en la arboleda. Aquí la tenéis
por privilegio de Rosa. Si queréis verla dicen los devotos del lugar tendréis
que tirar unas piedrecitas en la Montaña hecha piedra a piedra a base de
oraciones. ¡Cerrad los ojos, elevar la
vista al cielo y seguro que se os aparecerá! Y si no es así –dicen los más
entendidos- ¡cómo vais a poderla ver si seguís con los ojos cerrados…!
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