miércoles, 8 de julio de 2015

¿POR QUÉ ME HICISTEIS MONUMENTO?-.I I--LA ALEGRÍA DE SER PUEBLO-1-INFANCIA MONUMENTAL



















¿POR QUÉ ME HICISTEIS MONUMENTO? –I I—
        -LA ALEGRÍA DE SER PUEBLO-

                                              1- Infancia monumental

-¡Oye!- te pregunto
-Pero bueno…¿Quién eres?
-Mira, no te lo voy a decir lo vas a adivinar tú.
Y mi pregunta es: ¿Por qué me hicisteis monumento?  Y te digo, yo nací –por decreto ministerial- dos años antes que tú. A mí  me colocaron en un cartel a la entrada del pueblo y tú naciste en la calle del Tablado un poquito más arriba. Como verás hasta los años 1950, fuimos los dos niños al unísono. Compartimos muchas de nuestras primeras vivencias.
Recuerdo que tú pasabas con tus amigos Fausti, Gerardo, Minuto, Quisco, Juanito, Pablo, Cosme,…Íbais a la fábrica de maderas  del señor Calentino, a la salida de la escuela, a coger carros de serrín-que os encantaba- a llenar el hueco de la carretera que bajaba a la fuente del Tablado, al lado de la finca del señor Román. Pasabais a mi lado y os temía. Vuestras intenciones eran muchacheriles arrearme una pedrada en todo lo plano, donde ponía: LA ALBERCA, MONUMENTO NACIONAL Pero no os atrevisteis, me respetasteis.
Ya sé que no os fijabais en mi y en la escuela tampoco os hablaban de estas cosas. Yo sé que tú sabes cosas de mí. Tu padre era el médico y amigo de Ismael Blat, uno de los que me metieron en el lío. Igual la gran amistad que tenía con el señor Legendre, don Lorenzo González Iglesias, Don Jacinto Alcántara, y tantas personalidades que venían por aquí y todos se encargaban de publicar  en periódicos, libros, revistas, películas o documentales  los encantos que yo tenía.
 A mí lo que más me gustaba era ser PUEBLO, así como me describe don Miguel de Unamuno en Andanzas y Visiones de España “Este es el pueblo tan pueblo”.
Por un momento me quedé pensativo. Estaba sentado en el gran poyete al lado de mi casa por aquella época de la Calle del Tablado numero 56. Y recordé, quién me habla tiene razón, porque esta calle era un hervidero de personas, de acontecimientos, de vida popular.
Enfrente estaba la fragua del señor Antolín y esperaban en cola seis o siete caballos para ser herrados e irse al campo.
Al lado vivía la señora Antonia, la curandera. Una maestra Doña Rita, el señor Manoli que había estado muchos años en Colombia, el señor Isaac que subía mucho a la Peña de Francia a llevarles cosas a los frailes. Y al un lado el Rincón del Tablado con la Inés, la Señora Dolores, la Tiaga, la Loles, la Juani, La Antonia,  la Maína, la Socorro, el señor Cacharro,…El rincón más animado del pueblo.

Delante de  mí vi pasar muchas veces al señor Adrián el Rojo, con sus bombachos serranos que sonaban al andar, botos y chaquetilla. Volvía loco a los turistas y no había quien le hiciera una foto. Lo mismo pasaba con el señor Román que acababa de ser alcalde y tenía pinta de gobernador con la vestimenta albercana. Los excursionistas invadían la finca que tenía a la entrada y se la dejaban perdida de papeles. 
La otra finca que tenía junto a la parada del coche de línea estaba destinada a encerrar a los animales y dejar preñada a la vaca o burra correspondiente y a que nos metiéramos los muchachos para asustar tocando un cencerro a los autocares de turistas que llegaban.









































































































































































































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