LA IDENTIDAD
¿Es conveniente conservar nuestra propia
identidad?
La pregunta es obligada sobre todo en un
blog que lleva por título “en sus
tradiciones”.
Recuerdo, en torno a la década de los
sesenta, el año de Semana Santa en el que acudió a nuestro pueblo un equipo de
la televisión belga para hacer un reportaje
sobre la misma.
No hubo que preparar nada. Solamente
colocar varias cámaras por los lugares
más significativos de los pasos procesionales. Querían grabarlas tal
como eran, sin artificios ni falsos añadidos. Una de las cámaras estaba medio
oculta en el balcón de la señora Antonia, la curandera, y la gente a su paso ni
se enteraba; lo mismo ocurría con otras, puestas en diferentes lugares. El
equipo belga estaba entusiasmado con lo
que estaba viendo, muy diferente a las grandes manifestaciones religiosas de
Sevilla, Zamora, Málaga,…Participaba todo el pueblo y el que llegaba tarde de
sus obligadas ocupaciones, se asomaba por una rendija de la puerta de su casa,
se escondía tras la cortina del bar, o se unía posteriormente por la entrada de una próxima bocacalle.
Si los hombres con sus fuertes capas
llamaban la atención, las mujeres de cierta edad o ya mayores se decía “son
auténticas virgencitas de la pasión”, con sus pañuelos atados al cuello,
tapando la boca o con mantillas o toquillas serranas siempre tras de la virgen
dándole al conjunto procesional un aire especial, del que salían sus quejas,
lamentos, cánticos dulcificados de dolor, y continuos “perdona tu pueblo,
Señor” que contrastaban con la severidad del acompañar de los hombres y la
gravedad de sus voces y miradas.
Nadie miraba desde fuera, todo el pueblo
procesionaba, no había apenas contrastes en el vestir, y si alguien llegaba de
fuera con aire de ciudad sabía que no llamaría la atención ni interesaba. La
atención estaba puesta en sus habituales moradores.
En la década de los sesenta la asistencia de
hombres con capas empezaba a flojear, seguía habiendo encantadoras señoras
virgencitas que se arreglaban especialmente para las procesiones, y si eran
solteras, con sayas se las valoraba en estos actos más que a nadie ¿Quién no
recuerda a Rosa la Chicaina, a la Isabelita del señor Román y en especial a la
Cruz que se sigue poniendo en la iglesia, cuando puede, para oír misa, encima
de la piedra donde estaban enterrados sus antecesores. Devotas y santísimas
costumbres que hay que respetar.
De unos años para acá, la asistencia a
estos actos religiosos de hombres con capa ha aumentado de forma muy
considerable, lo que constituye que sean actos de gran solemnidad que deja perplejos
tanto a los de dentro como a los numerosísimos visitantes que acuden en esos
días.
Pero ¿Qué sucede con las jóvenes y
mujeres? Los nuevos modos y modas de vida han cambiado tanto que se cuentan con
los dedos las que en la actualidad siguen las normas tradicionales. ¿Para bien?
¿Para mal? ¿O tendrían que decidirse las personas que acompañan, en su más
próxima cercanía a la Virgen en llevar un cierto distintivo tradicional? Quizás propio de un acuerdo entre personas a
las que les agrade participar en estos actos con esa finalidad. La foto de Francisca junto a la Virgen de los
Dolores lo dice todo. Pero siempre hay
un rasgo o un distintivo del ayer que pueda ser
significativo para hoy.
En el aire queda la idea, el pensamiento, la
palabra y la conservación de la tradición.
-Clic en imagen para ver mejor-
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