miércoles, 15 de noviembre de 2017

RELATOS DE OTOÑO, AL CALOR DE LA LUMBRE DE SUELO -EL BAJEL DEL INDIANO-






























RELATOS DE OTOÑO, AL CALOR DE LA LUMBRE DE SUELO
                  -EL BAJEL DEL INDIANO-

 Me llamaba la atención. ¿Por qué esa fuente que está a la salida del pueblo, nada más pasar la curva que está antes de llegar al cuartel y sube por el camino de la derecha la gente la llama La Fuente del Indiano? Eso del “indiano” me extrañaba. Hubo un tiempo que también se la conocía  por sus propiedades curativas de modo que a alguien que conocía sus aguas  se las cambió por las del Chorrito y no pudo darle "gato por liebre" El Indiano fue su promotor, quizás alguno de ellos, pues tal apodo  se atribuye a varios y ya en tiempos más recientes
El devoto albercano que se fue a las Américas donando sus bienes a la iglesia, dispuso que en la veleta del templo parroquial figurase un barco que llevara a proa un navegante y otro con  poncho en la popa.
Más ahondando en este asunto dice Amable García sobre D. José Pérez Calama que  fue “teólogo consultor en el Obispado de Puebla de los  Ángeles, en las Indias; luego Canónigo lectoral y Chantre en Valladolid –Yucatán-. Por último Obispo de Quito, a cuya silla renunció algún tiempo después”. Y se retiró a su pueblo, La Alberca, en donde fabricó la suntuosa Capilla de la Virgen de los Dolores, costeando todos sus gastos.
Antes, D. José Pérez Calama, había comunicado su intención de fundar un colegio en La alberca.
Pero embarcado “En Guayaquil y pasado Acapulco el 29 de abril de 1793, no se tuvieron más noticias de él, suponiéndose que naufragó el barco que le conducía.
Debemos añadir que encima de la puerta de la Iglesia que da al Solano Bajero hay un “victor” en honor a este prelado, hijo del pueblo, en barroca floresta, sostenida por ángeles. Y dice así: “El Ilmo. Señor Don José Pérez Calama, del Consejo de su Majestad, Obispo de la ciudad de Quito, en las Indias, natural de La Alberca. Año 1789”.
Enterándose nuestro amigo Peromingo de tales e  interesantes  historias;  bien valen –se dijo-para contar en estos días de otoño, al calor de la lumbre de suelo: Y… ¡trovando, trovando  y trovando! Espera no salir mal parado de tan ocioso e ilustrativo oficio entretenedor. Que  va como sigue:

No fue el bajel, de un pirata. / Sí, el sueño de un navegante
Que iba en obediencia,  grata.
Y actitud cristianizante.

Y en la iglesia y su tejado / Resaltaba tan radiante
Que lanzaba  a cada lado
A su veleta radiante.

No  iba por mar, sí por aire / En vuelo fugaz, rasante.
Que no le falta socaire.
Sometiéndose al ambiente
De nuestro pueblo boyante

Más la desgracia surgió / Y en un día diecinueve
Del dos mil catorce, en nueve.
Un gran rayo destrozó
A nuestra insigne veleta

Dejando sin navegantes  /Tanto al bajel del indiano
Que bien cumplía su  treta
Como a su  pueblo albercano.

Historias que  son, ya de antes. / Y han dejado en el Solano
Hazañas de correrías
De caballeros triunfantes
Y altivas feligresías.

Hoy, con la añoranza del recuerdo. Y al estar alejado del lugar de mi nacimiento me cabe hacer la siguiente pregunta: ¿Se habrá reconstruido la veleta que destrozó aquel fatídico rayo  que parece que obedecía a un triste designio del pasado? ¡Dichoso artefacto  que en momentos determinados señalaba el camino de las Américas! ¿Y el bajel del indiano, el  que portaba  en la proa  un navegante y otro con poncho en la popa, quedó hecho añicos en el suelo del Solano?
¿Quién se va a atrever a escalar a esta singular pared del templo casi catedralíceo como si fuera a varear una gran nogal?
Es posible –para comprobar los alcances de lectura de esta historia- que alguien con una buena cámara fotográfica y  telescópica, nos muestre por  facebook el estado actual de la espadaña donde se encontraba la veleta;  y en ella el bajel, y en él, el navegante de proa y en la popa el del poncho.
 El viaje en el tiempo podrá confirmárnoslo y, en vez de  que pongamos fin, vemos más conveniente este de que… ¡así sea!
 Amigo,  ilustre y desconocido  INDIANO.
NOTA.-
-Si esta historia, por su compleja y complicada trama no entendiera algunas partes. No se preocupe, nosotros tampoco llegamos a alcanzar aquellas  alejadas fechas del siglo XVIII, por nuestro bajo y torpe alejamiento en datos-.




























































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