lunes, 1 de octubre de 2018

EL SER DE PUEBLO IMPRIME CARÁCTER -EL ANECDOTARIO-























EL SER DE PUEBLO IMPRIME CARÁCTER
           -EL ANECDOTARIO-
Me llama la atención que a veces, cuando uno está de charla y te dejan espacio. Las anécdotas de tu pueblo salen enseguida a relucir –y con mucho orgullo-.
Pero ¡Qué será… que cuando digo! “Mira os voy a contar esto de mi pueblo, algunos acompañantes   se quedan mudos y sonrientes, esperando a ver por dónde voy a salir.
Ya que estamos hablando de sueños, miedos y esas cosas, os diré que allá por los años cincuenta en mi pueblo había la costumbre, los primeros viernes de mes –si no recuerdo mal- de salir por las calles a eso que raya el alba, a rezar el Santo Rosario.
Era el llamado Rosario de la Aurora.
Estabas en la cama tan tranquilo y de pronto escuchabas un gran coro de voces y pisadas en el empedrado que iban, venían, se acercaban, se alejaban lentamente cantando: “El demonio a la oreja/ te está diciendo / Déjate de rosarios / sigue durmiendo …-…-
No sigas, niño, ¡qué miedo!-
¡Que no es de miedo, les digo, sino real…!
“Viva María / Viva el Rosario / Viva Santo Domingo / que lo ha fundado”.
¿Eso cantaban?- Eso cantaban.
El momento, sin duda, era conmovedor. El cura que con fuerza voceaba para que su voz removiera a los perezosos y llegara hasta el fondo de los catres.
“Catres” ¡qué palabra más antigua! Con lo fácil que es decir somier e incluso cama turca. ¿Turca? Sí, pero bueno.
Eran los pasos sobre el duro empedrado lo que más impresionaba junto a esa canción tan monótona y repetitiva que nunca acababa.
“Viva María-/ Viva el Rosario./ Viva Santo Domingo/…”
Bueno la musiquilla os dais cuenta  que me la sé, la letra voy a ver donde la encuentro.
Pues, mira, ya que estoy hojeando el libro, pasando hojas, de Angelina Mancebo. “Al trasluz del origen” he tenido la suerte que en él la tiene recogida; voy a copiarla y a intentar recitar. Ya quisiera yo poner aquel deje tan especial que tenían: La Minica, la Cantora, La Inés, la Cruz, Sergio, Moisés,y…tantas y tantas personas que con su presencia y especial decir y hacer, impregnaban carácter de  la más pura esencia tradicional de nuestra vida albercana.