EL
EMPEDRADO
Tuve la suerte de conocer el “empedrado”.Por las tardes bajaba a la puerta de mi casa del Tablado con mi abuela y mientras cosía con las vecinas yo me dedicaba a arreglar con una paletilla las piedras que estaban mal puestas o que se levantaban con el paso de los caballos No lo debía de hacer mal cuando la señora Jesús me decía cuando acabes sigue con mi puerta. Me impactaban las conversaciones, sobre todo cuando comentaron la muerte de Manolete-1947-. Conocía a los toreros a través de las colecciones de cromos. Igual que las chapas con los futbolistas.
Te corregían si decías que era la calle del Tablado. Una placa en
la pared ponía calle del General Queipo de Llano; yo no entendía que un señor
con hipo tuviera una calle, cuando el
pueblo la llamaba del “Tablao”; al parecer durante cierto tiempo existió un
tablao para poder pasar.
Cuando
empezaron a pasar más carros con paja, camiones y coches arreglaron las calles
con un buen alcantarillado, un grifo en las cuadras y las lanchas de granito en
las calles. Éramos ya una pequeña ciudad que los fines de semana nos iban a
invadir las excursiones a la Peña de Francia y los adioses y salves del Padre Constantino.
Lo mejor de las calles eran las lanchas de granito. ¡Deja que el poeta de
turno, sin ser Manolín, Paisa o Sergio
Quiliano nos las festoné a su modo!
A
SALTAR LAS LANCHAS
Vamos
a saltar las lanchas
Pero
sin pisar las rayas.
Las
verás que son tan anchas…
Que
seguro que no fallas.
Y
saltan. Y saltan. Saltan.
¡A
ver si otra vez no fallas!
Y
no te llenes de manchas.
Y
saltan. Y saltan. Saltan.
Ya
veo que no te callas.
¡Ten
cuidado con las rayas!
Y
también con los que cantan.
Y
saltan. Y saltan. Saltan..
¡Ten
cuidado con las rayas!
Si
las pisas más no ensayas,…
Vamos a saltar las lanchas
Pero sin pisar las rayas.
Las verás que son tan anchas…
Que seguro que no fallas.
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