LA HOJA
Muchas personas que viven hoy en nuestro
pueblo, no conocen ya, algunas formas de vida que existieron y que han ido despareciendo con el tiempo. Si uno oye hoy de alguien que le dice que va al
huerto a buscar una “Carga de
hojas” es posible que no le entendiera.
En esta época otoñal, era muy corriente
limpiar el campo y recoger las hojas caídas, cargarlas en los “banastos” y
traérselas para renovar la cama de estiércol de las cuadras. El empobrecido
suelo de los huertos, faltos de materia orgánica, lo necesitaba.
Fueron muchos los lugares de pueblos españoles
que veían a los niños al salir de la escuela recogiendo, como se decía
llanamente, “cagajones” por los caminos.
En La Alberca en algunas calles se
extendía la hoja por el suelo de la puerta de la casa
-recuerdo las broncas de algunas vecinas
cando nos veían de niños jugando a tirarnos al cuerpo la hoja de la calle,
extenderla demasiado y escuchar “el ya te pillaré después”-.
La finalidad de esta costumbre era
aprovechar los excrementos de los animales que pasaban y después limpiando el suelo
echarlo en la cuadra.
El estiércol de las cuadras –oro negro- en estos edificios; por su forma de construirlos tenía su sentido.
Cuando llegaba la época de siembras se sacaba de las cuadras también con
caballerías, mulos o burros en serones cargados y se extendía después en fina
capa por el suelo de los huertos.
Esta práctica dio lugar a que las
patatas de La Alberca tuvieran fama de ser excelentes, aunque luego hay que
decirlo todo, las pagaran por “ná”, como vulgarmente se decía.
Ya lo creo que tuvo sentido este
singular tipo de construcción, donde los animales en la parte de abajo del
edificio podían ser atendidos con los máximos cuidados. Los calderos de agua
caliente se bajaban con el mayor cuidado de lo alto de las cocinas a las pilas
de las cuadras donde se les preparaba a los cerdos especialmente, su comida más
adecuada.
Y para que la cuadra se mantuviera
limpia y sin olores –huelen peor algunas calles de nuestras ciudades donde hay
carruajes de caballos- se barrían sus suelos y se renovaba el mismo con la hoja nueva traída del campo.
Era la forma de dar vida a sus campos
demasiado mineralizados pero faltos de materia orgánica. Y así los productos de
estos huertos y huertas tenían un gran valor alimenticio.
Si el puchero de patatas era el
alimento base, no digamos hoy un plato
de patatas “meneás” de nuestro pueblo con sus torreznillos. Dicen que “como
avispas, corren tras ellos, los turistas, los forasteros y los del lugar que
los tienen como comida preferente los fríos días de invierno.
LAS HOJAS
Juguetes del aire son.
Si el viento apenas las toca / cimbrean
su diapasón.
Hierbas. Tierra.
Hojas. Roca,…
Yo he visto bailar a una hoja. / En
segundos.
Iba al suelo.
Lenta y veloz. Paradoja
Que oscureció al mismo cielo.
Golondrina u
hormiga, escoja.
Giró vuelos de una esquina. / Revoloteó
sin sentido
La tierra.
Con tal inquina
Que
asustó al mismo ruido.
Maúlla el gato. El perro ladra.
La hoja cubre el excremento / De calorcito y sustento
A un asnillo de una cuadra.
La hoja; amarillenta o roja. / Ya no
puede con su celo
Se desprende del
peciolo.
Planea y da congoja / verla como cae al
suelo
No
olvida su protocolo
De
ir, de venir. Es su vuelo.
X-Con apoyo y memoria Visual de La Alberca
Los Trabajos y los días/ Ayuntamiento, colaboradores
Y José
Hoja de castaño
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