martes, 15 de octubre de 2019

LA HOJA



















                                       LA  HOJA
Muchas personas que viven hoy en nuestro pueblo, no conocen ya, algunas formas de vida que existieron y que  han ido despareciendo con el tiempo. Si  uno oye hoy de alguien que le dice que va al huerto a buscar una “Carga  de hojas”  es posible que  no le entendiera.
En esta época otoñal, era muy corriente limpiar el campo y recoger las hojas caídas, cargarlas en los “banastos” y traérselas para renovar la cama de estiércol de las cuadras. El empobrecido suelo de los huertos, faltos de materia orgánica, lo necesitaba.
Fueron muchos los lugares de pueblos españoles que veían a los niños al salir de la escuela recogiendo, como se decía llanamente, “cagajones” por los caminos.
En La Alberca en algunas calles se extendía la hoja por el suelo de la puerta de la casa
-recuerdo las broncas de algunas vecinas cando nos veían de niños jugando a tirarnos al cuerpo la hoja de la calle, extenderla demasiado y escuchar “el ya te pillaré después”-.
La finalidad de esta costumbre era aprovechar los excrementos de los animales que pasaban y después limpiando  el suelo  echarlo en la cuadra.
El estiércol de las cuadras –oro negro- en  estos edificios; por su  forma de construirlos tenía su sentido. Cuando llegaba la época de siembras se sacaba de las cuadras también con caballerías, mulos o burros en serones cargados y se extendía después en fina capa por el suelo de los huertos.
Esta práctica dio lugar a que las patatas de La Alberca tuvieran fama de ser excelentes, aunque luego hay que decirlo todo, las pagaran por “ná”, como vulgarmente se decía.
Ya lo creo que tuvo sentido este singular tipo de construcción, donde los animales en la parte de abajo del edificio podían ser atendidos con los máximos cuidados. Los calderos de agua caliente se bajaban con el mayor cuidado de lo alto de las cocinas a las pilas de las cuadras donde se les preparaba a los cerdos especialmente, su comida más adecuada.
Y para que la cuadra se mantuviera limpia y sin olores –huelen peor algunas calles de nuestras ciudades donde hay carruajes de caballos- se barrían sus suelos y se renovaba el mismo con  la hoja nueva traída del campo.
Era la forma de dar vida a sus campos demasiado mineralizados pero faltos de materia orgánica. Y así los productos de estos huertos y huertas tenían un gran valor alimenticio.
Si el puchero de patatas era el alimento  base, no digamos hoy un plato de patatas “meneás” de nuestro pueblo con sus torreznillos. Dicen que “como avispas, corren tras ellos, los turistas, los forasteros y los del lugar que los tienen como comida preferente los fríos días de invierno.
                                  LAS HOJAS
Juguetes del aire son.
Si el viento apenas las toca / cimbrean su diapasón.
Hierbas. Tierra. Hojas. Roca,…

Yo he visto bailar a una hoja. / En segundos.
                                                             Iba al suelo.
Lenta y veloz. Paradoja
Que oscureció al mismo cielo.
Golondrina u hormiga, escoja.

Giró vuelos de una esquina. / Revoloteó sin sentido
La tierra.
               Con tal inquina
                                               Que asustó al mismo ruido.

Maúlla el gato. El perro ladra.
     La hoja cubre el excremento / De calorcito y sustento
A un asnillo de una cuadra.

La hoja; amarillenta o roja. / Ya no puede con su celo
Se desprende del peciolo.

Planea y da congoja / verla como cae al suelo
            No olvida su protocolo
            De ir, de venir. Es su vuelo.

X-Con apoyo y memoria Visual de La Alberca
    Los Trabajos y los días/ Ayuntamiento, colaboradores
     Y  José  
Luis Puerto.
















































































































Hoja de castaño

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