FORMAS DE VIDA
COMPARTIDA
LA VACA LECHERA: VIDA, MUERTE Y EMIGRACIÓN
Se llamaba
Carmen, nombre ficticio y hecho real. Aquel verano, mientras tenía que decidir
la elección de carrera y ayudar a mi padre a poner inyecciones, me sucedió un
caso real digno de contar.
Tienes que poner
estas inyecciones en su casa a Carmen que está pasando un mal momento y no
quiere salir a la calle.
Carmen me
recibió muy agradecida y mientras hervía la jeringuilla y hacía los
preparativos correspondientes que precisaba el inyectable en aquellos momentos,
no dejaba de llorisquear y pedirme perdón porque estuviera así tan afectada.
Carmen me dijo: “Se
me ha muerto el principal sustento que teníamos en casa: la vaca, nuestra vaca
lechera.
Mi marido pasa
todo el día trabajando en el huertecillo. Después de llevar a los niños a la
escuela, me iba con el animal a que
comiera algunos pastos; la ordeñaba y
vendía esa leche que nos servía para
sacar algunas perrillas.
Pero, fíjate que
mala suerte se nos acaba de morir. ¿Y qué vamos a hacer ahora…?”
Lo principal en
este momento- le digo- es que te pongas bien; trato así de animarla y me da las
gracias porque no se atreve a salir a la
calle.”Se me saltan las lágrimas muy a menudo y no me atrevo a ir a ponerme las
inyecciones”
Pasaron varios
días y después de ponerle la última
inyección, me dice: “Nos tenemos que ir
“pal norte”, aquí estábamos bien, pero… Venderemos las cuatro cosas y
nos vamos. La muerte de la vaca nos ha partido todo”.
Esta es la
realidad de algunas personas que vivían por la década de los setenta en nuestro
pueblo y se tenían que ir. Triste
palaba: emigrar.
Pasaron algunos
años y también me sucedió a mí. La carrera que había elegido no me permitía
vivir en el pueblo en el que había nacido y conocí la desdichada palabra.
Hoy se habla de
la “España deshabitada”. Quienes han tenido la suerte y sus asuntos les han ido
bien, regresan. Otros tenemos que permanecer en los lugares de trabajo,
añorando a nuestros pueblecitos de Castilla. ¡Inigualables lugares de la Sierra
de Francia!
-Donde no
existían “macrogranjas”, ni grandes explotaciones industriales.
Se hablaba del
minifundio y que este era un gran atraso. Los animales estaban al servicio del
hombre y el hombre al servicio y cuidado
de sus animales. El cuidado y amor de unos y otros era compartido-
Hoy, estamos: ¡Eso
sí! Muy dichosos cuando podemos pasar
unos días en la tierra que nos vio nacer. Y alegrándonos que la salida no fue tan
triste, desdichada y traumática como la de Carmen. Nombre ficticio pero de un
suceso real de vida campesina.
Mientras la
campanilla nos sigue recordando cada tarde, aunque estemos lejos de tan
preciado lugar “un padrenuestro y un avemaría por el amor de Dios. Y que
Dios nos traiga la luz de la memoria, vida y costumbres de tan incomparable
lugar de nacimiento”
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