miércoles, 27 de noviembre de 2024

LOS CUMPLES DE MARI “LA PIRI”


 











LOS CUMPLES DE MARI “LA PIRI”

El mejor regalo que puede tener un joven es que le dejen en paz, en su mundo. Una persona mayor ya la midamos en meses, en días o en años. Lo mejor de lo mejor es recordarla. El recuerdo es la base de nuestras vidas, sobre todo cuando se pasa en el tiempo.

El amigo José María Gómez Cereceda, me manda esta foto tan entrañable con los valiosos comentarios de la celebración familiar de Mari, para nosotros La Piri; de su padre Pedro el panadero del que  heredó su sobrenombre de Piri.

Mari hay muchas, pero Mari La Piri  para nosotros es única, por nuestros años de amistad, de trato y de reconocimiento mutuo.

Me dice José María

Quién de nosotros en nuestra niñez, no fuimos a por el pan donde el tío "Piri"?

“Me contaba mi tía Paula, la monja, que cuando se casaron mis abuelos, el tío José "Alquilino" y el tío Pedro "periquito", se fueron las dos parejas de viaje de novios a Salamanca, desde el pueblo en caballerías. Cosas que hoy día sería impensable”

Yo recuerdo que de niño iba muy a menudo a la panadería del señor Piri 

 Y me quedaba entusiasmado viendo aquel horno de pan de cara al público con aquellas palas tan grandes metiendo en el horno y sacando el pan. Mari desde muy joven ayudaba sobre todo en aquellos difíciles  momentos de racionamientos, impuestos por el gobierno.

Una vez que aprendí el  ir y venir de la panadería a casa, fui muchas veces con “el capacho” propio de la época a casa del señor Piri a comprar el pan. Me llamaba la atención que los panaderos tuvieran el distintivo de alguna señal que se les notara que trabajaban la harina y sobre todo que te dieran el pan con tanto cariño. “Espera hijo yo te lo guardo no siendo que se te vaya a caer”, porque tú sabes que el pan es de Dios.

Ya lo creo que lo sabía, pero apenas acababa la calle, en la misma esquina, la mano pecadora de la niñez le había pegado un pellizco. Mi madre me decía eso no se hace, en casa te corto yo una rebanada con el cuchillo y queda mejor presentable. Tenía que convencer a mi madre que me había tropezado en la escalera y se había caído un “rescaño” ¿Y qué hiciste con él? No lo iba a tirar, me lo comí.

Y seguía la historia; porque aquel pan era una delicia de Dios y que Mari nos perdone haber heredado el secreto de aquella delicia de pan que  siempre llevará su sobrenombre y que la amistad nos regale la suerte de podernos volver a ver.


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