miércoles, 7 de marzo de 2018

TARDES DE LLUVIA Y EL PLUVIÓMETRO DE DON JUAN






























TARDES DE LLUVIA Y EL PLUVIÓMETRO DE DON JUAN
Cuando llueve en La Alberca, como en tantos otros pueblos de España la actividad se paraliza. Hoy los soportales de la plaza se ven vacíos, la gente se refugia en sus bares o permanece en sus correspondientes domicilios.
Teresa Lorenzo aprovecha el momento para recoger estas magníficas fotografías y nosotros continuando con el verbo recoger, se las recogemos en nuestro blog.
Hemos logrado “recoger” un relámpago de su pequeña peliculita y lo mostramos.
Lluvia en la tarde. Relámpagos en el cielo. Y esplendor con su luz en la noche que ilumina la Plaza albercana,  presidida por  su Cruz.
Pero ¿Qué había pasado al atardecer? Que un grupo de niños-caramelos que antes habían pasado por las tiendecillas cercanas de Mari Luz, de Santiago,… se habían puesto a saltar como siempre delante de la Cruz, el cocherito leré, el corro de la patata, tengo una vaca lechera,…Pero ¿será posible? ¡Si son canciones de ayer, en tiendas de hoy! Pues sí, se las sabían. Cuando cayeron las primeras gotas se inició la desbandada cantando así, como siempre…
Que llueva que llueva
La Virgen de la Cueva
Los pajaritos cantan
Las nubes se levantan
Que sí, que no
Que caiga un chaparrón.
Agua de San Marcos
Rey de “tos” los charcos,
Para mi triguito
Que está muy crecidito (…)
Y aquí comienza la novedad, ¿un relámpago nocturno en el mes de marzo?. ¡Aleluya! Tendrá que llover. ¿Será verdad que las nubes saben echar agua en las calles de La Alberca? ¡Vayan ustedes por allí y pregúntenselo al primer vecino que vean, a ver que les dice!
EL HIGRÓMETRO DE DON JUAN
Don Juan Ávila, fue un excelente maestro albercano, al que respetábamos por su seriedad  y buena altura. En el patio de la escuela de niños, junto a la finca de Manolín, había una especie de cilindro de lata. Los días de lluvia nos decía: ¡Niños traerme el higrómetro con mucho cuidado! Salíamos como relámpagos, procurando pasar, dando la vuelta por el patio de las niñas y aprovechar la pasada por el “meaero” que estaba detrás de la escuela. Su ventaja,era el estar al aire libre y con su  cadena de tirar, lo más natural posible, las raíces de un castaño que sostenían el terreno y valían también para columpiarnos-.
Luego Don Juan anotaba las medidas del agua que contenía el cacharro, nos mandaba tirarla y colocarlo de nuevo en su sitio, no sin antes de llegar a clase, procurábamos hacer rabiar a algún perro que nos veía desde los balcones  cercanos.

¿Qué entonces llovía? Tanto y como ahora, no cabe duda. Además el formidable  grupo escolar hecho en la época del diputado señor Villalobos tenía pararrayos, yo creo que los únicos que había en el pueblo.
































































































































Pluviómetro parecido al de entonces, más rústico.























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