TARDES DE LLUVIA Y EL PLUVIÓMETRO DE DON JUAN
Cuando llueve en La Alberca, como en tantos
otros pueblos de España la actividad se paraliza. Hoy los soportales de la
plaza se ven vacíos, la gente se refugia en sus bares o permanece en sus
correspondientes domicilios.
Teresa Lorenzo aprovecha el momento para
recoger estas magníficas fotografías y nosotros continuando con el verbo
recoger, se las recogemos en nuestro blog.
Hemos logrado “recoger” un relámpago de
su pequeña peliculita y lo mostramos.
Lluvia en la tarde. Relámpagos en el
cielo. Y esplendor con su luz en la noche que ilumina la Plaza albercana, presidida por
su Cruz.
Pero ¿Qué había pasado al atardecer? Que
un grupo de niños-caramelos que antes habían pasado por las tiendecillas
cercanas de Mari Luz, de Santiago,… se habían puesto a saltar como siempre
delante de la Cruz, el cocherito leré, el corro de la patata, tengo una vaca
lechera,…Pero ¿será posible? ¡Si son canciones de ayer, en tiendas de hoy! Pues
sí, se las sabían. Cuando cayeron las primeras gotas se inició la desbandada
cantando así, como siempre…
Que llueva que llueva
La Virgen de la Cueva
Los pajaritos cantan
Las nubes se levantan
Que sí, que no
Que caiga un chaparrón.
Agua de San Marcos
Rey de “tos” los charcos,
Para mi triguito
Que está muy crecidito (…)
Y aquí comienza la novedad, ¿un
relámpago nocturno en el mes de marzo?. ¡Aleluya! Tendrá que llover. ¿Será
verdad que las nubes saben echar agua en las calles de La Alberca? ¡Vayan
ustedes por allí y pregúntenselo al primer vecino que vean, a ver que les dice!
EL HIGRÓMETRO DE DON JUAN
Don Juan Ávila, fue un excelente maestro
albercano, al que respetábamos por su seriedad y buena altura. En el patio de la escuela de
niños, junto a la finca de Manolín, había una especie de cilindro de lata. Los
días de lluvia nos decía: ¡Niños traerme el higrómetro con mucho cuidado!
Salíamos como relámpagos, procurando pasar, dando la vuelta por el patio de las
niñas y aprovechar la pasada por el “meaero” que estaba detrás de la escuela.
Su ventaja,era el estar al aire libre y con su cadena de tirar, lo más natural posible, las
raíces de un castaño que sostenían el terreno y valían también para
columpiarnos-.
Luego Don Juan anotaba las medidas del
agua que contenía el cacharro, nos mandaba tirarla y colocarlo de nuevo en su
sitio, no sin antes de llegar a clase, procurábamos hacer rabiar a algún perro
que nos veía desde los balcones cercanos.
¿Qué entonces llovía? Tanto y como ahora,
no cabe duda. Además el formidable grupo
escolar hecho en la época del diputado señor Villalobos tenía pararrayos, yo
creo que los únicos que había en el pueblo.
Pluviómetro parecido al de entonces, más rústico.
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