domingo, 19 de agosto de 2018

ESPAÑA EN BLANCO Y NEGRO EN UN PUEBLO MONUMENTO NACIONAL Y DE COLORES-- ERAN OTROS TIEMPOS Y OTRAS COSTUMBRES: TOROS DE MUY SEÑOR MÍO Y VACAS QUE SABÍAN LATÍN





















ESPAÑA EN BLANCO Y NEGRO
EN UN PUEBLO MONUMENTO NACIONAL Y DE COLORES--
ERAN OTROS TIEMPOS Y OTRAS COSTUMBRES:
TOROS DE MUY SEÑOR MÍO
Y VACAS QUE SABÍAN LATÍN
La muerte del torero-maletilla, cubre-fiestas, zamorano Marcial Villasante nos mueve a reflexionar el papel que jugaban estos novilleros por los años sesenta. Les veías  en la Plaza Mayor de Salamanca, junto a las Torres esperando una tienta o un festejo cercano.
“Mira, el toro es para los mozos, tú le das cuatro pases y si no puedes matarlo se les echa la maroma y ya está”. Esa fue la vida de Marcial que en varias ocasiones le vimos en La Alberca, con su traje de corto cosido a cornadas pueblerinas. Solía llevar un acompañante mayor para los recortes y en La Alberca El Cuco le daba algunos consejillos para conocer el ambiente.
El problema en esa época era el poco apoyo, cuatro tijeras y sales de paso, que tenían los médicos locales; Al contrario de hoy, una pequeña minoría antitaurina que busca fastidiar la buena aportación que se  hace con equipos de ambulancias.
La afición, el pueblo era muy respetuoso con los muy señores toros y vacas que se plantaban en el medio de la plaza y al que daban una coz le repasaban después bien los pantalones de cáscara de roble, como decía Valencia.
El espectáculo precisaba  kilos de pólvora para despertar al animal  del letargo invernal y animar con olor a guerra el ya de por sí animado ambiente.
Carreras para arriba –peligrosas-, para abajo de la plaza, emocionantes. Subida y bajada de las escaleras, cites con la gorra y defensas con la cayada, a veces con un topetazo en la espalda como le pasó al señor Clemente –Mandango, en plan familiar-. O a Juan Manuel  “Cacharro”, cuando le clavó el  cuerno y mientras mi padre le curaba para llevárselo a Salamanca, Juan Manuel me miraba y me decía: “Sidro, hay que ser valiente” esto no es ná”.
Es curioso ver esas corridas con Don Saturnino, el cura y su puro de fiestas, lo mismo que el guardia Sindo. Buenos tiempos que llegaban los toros en capea, repartiendo miedo por todas las partes; El Prado Mellina, era un excelente hotel para ellos.
¡Que halo dejaría el ambiente que cuando sonaba el rejete, la coral de silbidos invadía toda la plaza; y por allí andaban bailando suelto, Guindilla el padre con su eterno cigarrillo pegado al labio; Mauro, de Mogarraz, el mejor bailador de toda la sierra y veías al “Escachao tirando cubetes”, al Porru, a Navarro, a Chague, a Valencia recitando loas, a Marcial con su gracia de pastor, a Navarro, a Ciroqui ,que nunca fue cojo en las fiestas, a Perrerías, a Marchena, el gran Jesús, haciendo castillos y recitando versos a la Virgen; a Manolín,a Moisés dándole vida a las campanas, al Sacristán con su órgano tocando el himno nacional, al Chato haciendo filigranas con las castañuelas, A Sergio vendiendo pirulíes de chochos, a las Perdías con sus churros, a Don Saturnino poniendo el dedo en la pantalla para que Morena Clara no nos enseñara  escenas peligrosas; A Cacherina que había que barrer las calles e ir por la mañana a las cinco a regar,…
Pero ¡ojo! que pasadas las fiestas el toro se podía aparecer en cualquier camino o esquina y eso bien lo  sabía la Virgen de la Peña de Francia, que se nos ha olvidado que era la Patrona de los toreros de toda la sierra y el campo salmantino, que tanto alabó y ensalzó Conchita Piquer, Doña Concha.
Eran toros que daban respeto, pero que muchísimo respeto y no sabias por donde podían salir y subir si venía al caso, hasta agotar el trocinín de cuerda que te quedaba arriba.








































































































































































































































No hay comentarios: