LA ALBERCA SE LO MERECE
“He encontrado un auténtico Barrio de
Damasco, Rufino Blanco Belmonte.
Cuentan que Ismael Blat cuando volvió a
La Alberca por segunda vez en algunas cosas se llevó una gran decepción, el
escenario no permanecía incólume. Aquí, donde había un ventanal, un poste, un alero vencido o un
tejadillo altamente significativo para el pincel, se había transformado. Y es
que la arquitectura albercana al ser de un lugar habitable es lógico que
tuviera que sufrir los arreglos o cambios que se precisaban.
El escenario no podía permanecer
intacto. Incluso, a veces, tenía que sufrir de los comentarios de personas no
entendidas que se manifestaban en contra del natural tipismo y peculiar
sincronía de vida, costumbres y paso de los tiempos.
Luego llegaron los de Bellas Artes,
exigían mucho y aportaban poco y el pueblo tuvo que sufrir estos
entorpecimientos que con buenas intenciones, las buenas gentes del lugar, en
muchas ocasiones no tenían medios para hacer los cambios o arreglos que se necesitaban. Y amenazaba el
ladrillo, el material más fácil de conseguir y más antiestético para el lugar.
Todos estos inconvenientes y muchos más
estaban presentes día a día en un pueblo en el que la agricultura y ganadería
aportaban muy poco y apenas nada el turismo.
Las cuadras empezaban a ser
antiestéticas, por las calles apenas podían pasar ya cerdos, vacas, caballos,
carros de paja, camionetas,… Es decir, la natural forma de vida, conjugada
perfectamente con el medio ambiente pasaba por malos momentos.
En el monte el carbón apenas ya daba y
comenzó la repoblación forestal, los pinos daban buenos sueldos pero un trabajo
atroz. Hemos tenido amigos que después de pasarse el día poniendo pinos en
Batuecas, con la correspondiente caminata por la tarde bailaban “sueltos” en la
plaza como si tal cosa.
Y
llegó la necesaria salida de tenerse que
ir a los países europeos donde se podían sacar unas pesetitas, teniendo que dejar en
algunas ocasiones a los hijos con los
abuelos. El pueblo se despoblaba y en la década de los sesenta se notaba
muchísimo.
Era de un verdadero sacrificio para sus
gentes conservar estos enormes caserones. Lo mismo que sucedía con sus trajes,
costumbres y tradiciones, que se iban perdiendo e invadían los modernismos que
llegaban de la gran ciudad.
Hoy nos alegramos después de conocer
aquellos malos momentos de “moscas y mosqueos” oír decir que La Alberca es uno
de los pueblos más bonitos –típicos, interesantes, atractivos,..- de España. La
Alberca se lo merece. Y lleva con orgullo- pese a todos los malos momentos que
ha tenido que vivir, que su 75 aniversario como Monumento Nacional ha constituido un verdadero éxito.
Escritores, pintores, poetas, gentes del
cine, del teatro, personas de prestigio y numerosísimas excursiones acuden al
lugar y quedan admirados. Tengo que volver, dicen y vuelven.
Hoy la Alberca bien se lo merece y
aquellas personas que visiten el pueblo y se paren a hablar con los naturales, que
en buen tiempo se siguen sentando en los poyos de sus puertas, esquinas o
rincones, sepan que han sido ellos quienes no han dejado que su pueblo se
despoblara y perdiera y oirán que han trabajado en el campo, en los pinos, han
hecho de extras en películas, salen con la campanilla, siguen bordando y les
gusta seguir haciendo su vida a modo tradicional, como las hicieron sus padres y generaciones anteriores. Y estoy
casi seguro que les hablarán del 75 aniversario de ser nombrado nuestro pueblo,
el primero de España Monumento Nacional. La Alberca se lo merece.
¡Ah, y si van ahora en estos días del 17
de enero día de San Antón, pueden ver las fiestas que hacen en su Plaza Mayor a
ese cerdito que anda seis meses libremente por sus calles y en ese día se rifa! Beneficia
y agasaja.
¡Suerte!- LA ALBERCA SE LO MERECE
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