sábado, 26 de diciembre de 2020

CUENTOS DE NAVIDAD -EL NIÑO QUE CORTÓ UN ARBOLITO-


 












             

CUENTOS DE NAVIDAD

-EL NIÑO QUE CORTÓ UN ARBOLITO-

 No todos los cuentos célebres tienen que haber sucedió en Suiza, Holanda,… Y tener protagonistas a niños altos de los Países Bajos. Los hay, y muy buenos, que han pasado en nuestro pueblo, La Alberca. Y por eso, amigo lector, merece la pena leerlo  en estos tiempos de confinamiento. Tiempos de confinamiento que también ocurrieron por los años cincuenta. No te quiero decir cuando caía una buena nevada. De la cuadra para fuera no había quien saliera.

Pues bien, un día al salir de la catequesis de los domingos, tiempo que teníamos más disponible, me dijeron mis amigos, de los muchos que tenía por aquel entonces (Ger., Faus, Andr., Juan M., Kisk, Juanito, etc, etc):

¡Vámonos “pa” la Casa García, detrás de la Casa del Arquitecto, dicen que por allí hay escondites de la zorra; esa… que se acerca al pueblo por la noche a comerse las gallinas de los cortinales de las vecinas!

Estuvimos  por aquel lugar dando vueltas, entre las grandes peñas que había y no apareció un solo zorrito.

Cogimos cañibetas para hacer espadas, piñas para disparar contra las continuas  guerras  que teníamos con los del Castillo y de pronto…Sí, de pronto, vimos un corvillo, viene de la palabra curvo, en una pared. Saltamos por el huerto del Señor Román y por allí anduvimos a ver que había.

¡Mira este pino! Lo podíamos cortar y plantarlo junto a la Peña de la Senjá y cuando creciera  no teníamos que ir a la Dehesa a cortar el “el sanjuán”. Para la fiesta de  ese día.

¡Buena idea!... Con dos cortes del corvillo, o una simple patada, no hizo falta más.

¡Oye! mira ese hombre que ha saltado la pared, nos conoce y nos está llamando.

-¿No sabéis que está prohibido cortarlos? 

-Es que al pasar tropezamos contra él y se rompió.

-Además el corvillo es mío y os lo llevabais.

- No señor, estaba en el suelo y se lo íbamos a llevar al alguacil.

-Allí, os voy a llevar yo a vosotros. Y no os escapéis que os conozco bien.

 Al instante hubo algún amigo que salió volando por las paredes. A los más pequeños nos cogió de la oreja y…“pa´l pueblo”. Yo creo que el señor se llamaba Manuel, pero no lo puedo asegurar.

Al pasar por la Puerta de mi casa de la Calle del Tablado, apareció mi padre. Pensé..!Mi liberación! Y…sí, sí.

Manuel conocía a mi padre y se dieron la vuelta y no sé que se contarían…

El caso es que mi padre encima le dio la solución “Llama al señor Domingo que es quien tiene la llave” El señor Domingo era el alguacil, un señor regordete, serio y con cara de muy buena persona. Era el padre de Nieves, por si alguien no la recuerda tenía el pelo blanco y solía estar mucho con la Flora, la señora del  bar de la Plaza, junto al teatro.

El señor Manuel nos llevó  a la puerta de la cárcel, que por aquel entonces sí solía tener clientes, sobre todo de borracheras. Nos mandó sentar junto a los poyetes de piedra y nos dijo que de allí no nos moviéramos que iba a buscar la llave.

El miedo fue de aúpa, íbamos a estar entre borrachos, maltratadores de mujeres, robaperas, en fin..los pantalones mojados.

Pasaba el tiempo y allí estábamos sentados en el suelo los dos o tres jugando a los chinos con piedrecitas.

¡Chico…! Nos llamaron.

-¿Pero qué hacéis ahí? Os están buscando para comer y vosotros  tan tranquilos.

Ya lo ves amigo lector doble bronca, una por cortar, mejor dicho tropezar, con un arbolito y otra por llegar tarde a comer. El cine de don Saturnino iba a tener esa tarde dos o tres clientes menos.

Con el tiempo pensé, pero ya no veía al señor que nos dejó abandonados a la puerta de la cárcel, sin poder disfrutar de ella.

¿Qué le parecería si viera a esos domingueros que vienen los fines de semana de Salamanca al Portillo a cortar esos hermosos ejemplares de pinos y se los llevan a su casa para hacer  el Árbol de Navidad?

Por mi parte, nos dieron un buen escarmiento que aunque hoy agrada recordar   a modo de cuento de Navidad sirva para respetar nuestros bosques y pinares que son tan beneficiosos para nuestro entorno.

Años después,  de una conocida frase, el poeta del tiempo hizo este sencillo estribillo: que bien sirve de MORALEJA, final:

Fue de madera su cuna

Y de tal árbol quisiera

La caja dónde él yaciera.



¿Sería castaño o nogal?...

            De cerezo no pudiera.

                    Porque no tenía fortuna.


                        Aunque no estaría mal.

                                   Lo dicho, lo principal

                                               Y es que fuera de madera.


Y… ¡El brindis…!

¡Va por nuestros bosques, dehesas, entornos de Batuecas, de la Peña de Francia  y ese pequeño castañito que acaba de nacer junto a la Fuente de la Llana.

                Lo recopiló de su memoria: -Isidro Barcala-

 


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