CUENTOS DE NAVIDAD
-EL NIÑO QUE
CORTÓ UN ARBOLITO-
Pues bien, un
día al salir de la catequesis de los domingos, tiempo que teníamos más
disponible, me dijeron mis amigos, de los muchos que tenía por aquel entonces
(Ger., Faus, Andr., Juan M., Kisk, Juanito, etc, etc):
¡Vámonos “pa” la
Casa García, detrás de la Casa del Arquitecto, dicen que por allí hay
escondites de la zorra; esa… que se acerca al pueblo por la noche a comerse las
gallinas de los cortinales de las vecinas!
Estuvimos por aquel lugar dando vueltas, entre las
grandes peñas que había y no apareció un solo zorrito.
Cogimos cañibetas
para hacer espadas, piñas para disparar contra las continuas guerras que teníamos con los del Castillo y de
pronto…Sí, de pronto, vimos un corvillo, viene de la palabra curvo, en una
pared. Saltamos por el huerto del Señor Román y por allí anduvimos a ver que había.
¡Mira este pino!
Lo podíamos cortar y plantarlo junto a la Peña de la Senjá y cuando
creciera no teníamos que ir a la Dehesa
a cortar el “el sanjuán”. Para la fiesta de
ese día.
¡Buena idea!...
Con dos cortes del corvillo, o una simple patada, no hizo falta más.
¡Oye! mira ese
hombre que ha saltado la pared, nos conoce y nos está llamando.
-¿No sabéis que
está prohibido cortarlos?
-Es que al pasar
tropezamos contra él y se rompió.
-Además el
corvillo es mío y os lo llevabais.
- No señor,
estaba en el suelo y se lo íbamos a llevar al alguacil.
-Allí, os voy a
llevar yo a vosotros. Y no os escapéis que os conozco bien.
Al instante hubo algún amigo que salió volando
por las paredes. A los más pequeños nos cogió de la oreja y…“pa´l pueblo”. Yo
creo que el señor se llamaba Manuel, pero no lo puedo asegurar.
Al pasar por la
Puerta de mi casa de la Calle del Tablado, apareció mi padre. Pensé..!Mi
liberación! Y…sí, sí.
Manuel conocía a
mi padre y se dieron la vuelta y no sé que se contarían…
El caso es que
mi padre encima le dio la solución “Llama al señor Domingo que es quien tiene
la llave” El señor Domingo era el alguacil, un señor regordete, serio y con
cara de muy buena persona. Era el padre de Nieves, por si alguien no la
recuerda tenía el pelo blanco y solía estar mucho con la Flora, la señora del bar de la Plaza, junto al teatro.
El señor Manuel
nos llevó a la puerta de la cárcel, que
por aquel entonces sí solía tener clientes, sobre todo de borracheras. Nos
mandó sentar junto a los poyetes de piedra y nos dijo que de allí no nos
moviéramos que iba a buscar la llave.
El miedo fue de
aúpa, íbamos a estar entre borrachos, maltratadores de mujeres, robaperas, en fin..los
pantalones mojados.
Pasaba el tiempo
y allí estábamos sentados en el suelo los dos o tres jugando a los chinos con
piedrecitas.
¡Chico…! Nos
llamaron.
-¿Pero qué
hacéis ahí? Os están buscando para comer y vosotros tan tranquilos.
Ya lo ves amigo
lector doble bronca, una por cortar, mejor dicho tropezar, con un arbolito y
otra por llegar tarde a comer. El cine de don Saturnino iba a tener esa tarde
dos o tres clientes menos.
Con el tiempo
pensé, pero ya no veía al señor que nos dejó abandonados a la puerta de la
cárcel, sin poder disfrutar de ella.
¿Qué le
parecería si viera a esos domingueros que vienen los fines de semana de
Salamanca al Portillo a cortar esos hermosos ejemplares de pinos y se los
llevan a su casa para hacer el Árbol de
Navidad?
Por mi parte,
nos dieron un buen escarmiento que aunque hoy agrada recordar a modo de cuento de Navidad sirva para
respetar nuestros bosques y pinares que son tan beneficiosos para nuestro
entorno.
Años
después, de una conocida frase, el poeta
del tiempo hizo este sencillo estribillo: que bien sirve de MORALEJA, final:
Fue de madera su
cuna
Y
de tal árbol quisiera
La caja dónde él yaciera.
¿Sería castaño o
nogal?...
De cerezo no pudiera.
Porque no tenía fortuna.
Aunque no estaría mal.
Lo dicho, lo
principal
Y
es que fuera de madera.
Y… ¡El brindis…!
¡Va por nuestros
bosques, dehesas, entornos de Batuecas, de la Peña de Francia y ese pequeño castañito que acaba de nacer
junto a la Fuente de la Llana.
Lo recopiló de su memoria:
-Isidro Barcala-
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