-LA
TÍA TRIZ, MUJER MONUMENTAL-
EL VALOR DE LA TRADICIÓN ORAL
Han sido muchas las personas que se han distinguido en nuestro pueblo transmitiendo cuentos, sucesos o historias que a los niños pequeños les encanta escuchar y a cualquier persona mayor en un determinado momento le agrada también volver a recordar.
EL VALOR DE LA TRADICIÓN ORAL
Han sido muchas las personas que se han distinguido en nuestro pueblo transmitiendo cuentos, sucesos o historias que a los niños pequeños les encanta escuchar y a cualquier persona mayor en un determinado momento le agrada también volver a recordar.
Estas
historias se relataban en los días de invierno al amor de la lumbre de suelo de
la cocina, mientras se asaban unas castañas; o en los rincones, descansando en las
puertas de las casas, sentados en los
familiares poyos, olvidando un poco las
duras faenas que se habían realizado en los huertos o en las Eras
Como
ejemplo de estas historias de transmisión oral tenemos los relatos que fue
recogiendo Luis Cortés, moto en ristre y
magnetofón a 125, cuando a este le
guiaba en La Alberca el entusiasmo que tenía Don Luciano Barcala por la
Literatura y la simpatía de los quince años de Mari Puerto.
Entre
estos relatos, cuentos e historias recogidos a voz viva con el peligro que la
luz se fuera, saltaran los plomos y vámonos a casa de Don Luciano no siendo
que salga el rebuzno de un burro, el
cacareo de una gallina o alguien mande un recado a la vecina de ventana a
ventana,.. está la figura sin igual de la señora Beatriz Mancebo, la Tía Triz,
como se la conocía cariñosamente (1864-1960). La recuerdo haciendo sus bordados
con las gafitas en la punta de la nariz, contándonos historias bíblicas en la
catequesis de los domingos, enseñándome su cuaderno de relatos recogidos,
poesías, dichos, y retahílas.
Merece
la pena leer LA JOLGADONA.
D.Luis
Cortés como buen catedrático que era sabe recoger en sus escritos la especial
pronunciación, el deje, que teníamos los albercanos, más cercano al habla extremeña que a la voz castiza
salmantina de la Peña Celestina, “el Prao” Panaderos o la piedra de Villamayor
acercándose ya al Barrio Vidal. Abundan las haches aspiradas, lo “jondo” del
cante hondo para eso somos hispanos, las ausencias de eses que nos seguimos
comiendo o “jotaleando”
Tenemos
que tener en cuenta que tenía en estos relatos 85 años, con una mente muy
lúcida y sin un diente que le molestara para expresarse con tanta claridad.
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