jueves, 29 de agosto de 2024

TOMÁS HOYOS DE LA AFICIÓN A SER UN GRAN PROFESIONAL


 















TOMÁS HOYOS

DE LA AFICIÓN A SER UN GRAN PROFESIONAL

 

La vida en cualquier momento nos puede dar un vuelco. Sírvanos esta sencilla expresión para dar el triste impacto de nuestro amigo Tomás Hoyos.

La vida en los pueblos era, por lo general, continuar -si tenías posibilidades, el camino marcado por la familia. Recuerdo aquella enorme calabaza que me enseñó un día de su huerta familiar que estaba donde después iría el gran hotel. Y también, Tomás de camarero en el hotelito que tuvieron de comienzos y que dirigía su cuñado Manolo con Agustina

Pasa el tiempo, casado con Mari, es un excelente vecino de encima de la llamada Casa de Don Luciano donde este pasaba la consulta.

Ahí estuvo su vida y porvenir, continuando con el tractorcillo de los  manzanos y afianzándose  en él su afición de tallar tablas, gracias a las continuas instrucciones que recibía de Don Luciano el médico.

Don Luciano tenía grandes dotes para el dibujo ya que en su juventud le hacía los patronos de las ropas, a su madre que era modista.

Esa iniciativa impulsó a Tomás a aficionarse por el dibujo, tan necesario en él, que en muchas ocasiones ya le impulsó después, Maria Teresa Barcala,, pintora y catedrática en un instituto de Salamanca.

Tomás ya ve, que lo que había sido una afición, tiene posibilidades de recibir encargos y recompensas familiares, con numerosos encargos de muebles muy bien tallados.

En una estancia mía veraniega, me encuentro con Tomás, para los amigos Tomasín. Conocí con él, sus realizaciones, premios y encargos todos continuados en torno a la talla de madera de nogal y castaño, preferentemente. Me llevó a ver el artesonado que acababa de realizar del gran Hotel Abadía de los Templarios y la serrería que había hecho por encima de la carretera que va al Portillo. “Yo esto ya para mis hijos”-decía

No se me olvida las continuas alabanzas a mi padre, él fue su mejor maestro e instructor, según pude comprobar y él me decía: “Aprendí a tallar gracias a sus iniciativas y seguí por ese camino, lo mismo que en el aspecto literario impulsó a José María a Requejo en el libro que ambos  escribieron de La Alberca. Yo nunca esto lo he ocultado, para mí un honor además del gran médico que era y  si no que se lo digan también a mi mujer Mari”

Recogí estas palabras de Tomás y las llevo conmigo, porque fueron grandes amigos, sin diferencias de edad alguna. Valorada campechanía de profunda y sincera amistad. Recuerdo también la amistad que años posteriores, me dijo que tuvo  con el pintor Rejano

Hoy no me pueden faltar estas palabras tan albercanas y muy propias  de Tomás: “Qué Dios nos  bendiga”













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