Los juegos
Para jugar siempre había tiempo: a esconderse; al tirable;al pico zorro, zaina; a la rebatiña; a pillar y sobre todo a preparar un buen sahumerio. El sahumerio consistía en echar en una lata con brasas productos que daban mal olor. En la casa que se ponían ya se podía bien ventilar para poder estar allí.Pero uno de los juegos más divertidos era atar una lata al rabo de un perro, las calles de La Alberca son muy a propósito para esa diversión y escandalera.
Cuando hacía frío una buena lumbre en un descampado atraía a niños, se asaban castañas con los consiguientes estampidos y se fumaba un buen cigarro de periódico con hojas secas de nogal triturado que te quemaban las cejas, la nariz y sabía a rayos.
Una de las diversiones en juegos mejores de los años cincuenta era "el aro".
De los cubos y calderos de aquella época se extraía el aro y con una guía en forma de y (griega) que nos hacía el herrero se jugaba con ellos a correr. Nada más salir de la escuela había días que quince o veinte niños con aros recorríamos todos juntos el pueblo echando carreras.Las apuestas a veces se hacían hasta el Prado de la Carrera o el Portillo. Yo recuerdo que le cambiaba secantes de tinta por un buen aro de caldero a mi amigo Usebín (Eusebio)
y es que éramos unos fenómenos en el juego, en el trato y en la diversión.
El zambulerio, la hoja de la calle, banastos y juegos.
El zambulerio era una soga metida en lo alto de una viga y sobre la que se colocaba una manta doblada para poderse sentar y columpiar.. Los zambulerios se ponían en la parte de la cuadra o bodega que mejor daba para la calle o el cortinal. Por lo general se hacían en las matanzas o en los días de invierno para entretener a los chavales. Había quienes tenían zambulerios que era un verdadero lujo y si querías que te dejaran montar un ratito había que hacer un trato, tantas chapas..., o a cambio de... O tú eres mi amigo ¿no?
La hoja de la calle era una costumbre quizá poco higiénica, pero muy divertida y que daba lugar a una agricultura ecológica hoy reconocida y añorada. Consistía en echar hoja seca por los vecinos delante de la parte de la casa en plena calle. Los transeúntes pasaban, la pisaban y los animales hacían allí sus necesidades. Los niños nada más echarla si no les veían jugábamos a tirarnos una brazada con ella y desparramarla por la calle.La dueña de la casa tenía que volverla a barrer y recoger con el consiguiente:"ya veréis como os pille después..."
Los banastos estaban hechos con listas finas de madera;servían para transportar frutas y cuando eran viejos escombros. Se guardaban en las cuadras y los niños si no les veían los utilizaban para meterse en ellos. Pero sobre todo para hacer perrerías, divertirse y jugar. -
"¡Quisca, vamos a esperar al coche!"- "Ya bajo, esperarme en la Crú!"
Fue en la década de los años sesenta cuando más emocionantes se hicieron las llegadas del coche de línea. Algunos albercanos con pelliza y botos de cuero empezaron a sustituir a aquellos otros que con típico traje serrano se desplazaban a la ciudad. Iban a la capital charra a hacer sus negocios y en el mes de septiembre a las ferias de ganado y corridas de toros. Recuerdo como en algunos días de feria llegaban ya los dos coches de línea (incluido el de la línea de la Herguijuela que conducía Manolo) a las diez de la noche. Y los chiquillos oíamos hablar de Jumillano, Posada, Aparicio, El Litri, Farina, Lola Flores, Juanita Reina, ... Pero los viajes a Salamanca seguían siendo, pese a que los cohes eran ya más modernos, desaparecían los fielatos y se arreglaban las carreteras, bastante cansados. Vitor traía los pedidos de la farmacia, las quinielas del bar y los recados que la gente le encargaba.
En los días de invienrno había algunos días que el auto que llegaba a las siete de la mañana entraba por la Puente y paraba junto a la Posada de Belisario, al lado del comercio de la Pilata. Algunos viajeros aprovechaban el momento de la parada para hacer aguas menores en un rincón oscuro que había junto a la taberna del Colorado.Como el rincón lo ponían perdido y con malos olores, cuentan que el cura de Mogarraz recibió medio jarro de agua y la señora que se lo echó le advirtió que no le echaba el otro medio jarro por respeto a ser el señor cura del mencionado pueblo vecino. Ya en la década de los setenta el coche de línea empezó a perder viajeros y admiradores de sus llegadas. Los emigrantes que venían de Francia y Suiza traían sus buenos coches, los automóviles particulares y taxis( el sr.Honorio, Serafín, Jacinto), empezaban a facilitar nuevos servicios y cambiaban las nuevas costumbres la vida de este singular pueblo de Castilla. -ISIBE-.
2006-09-06 16:48:46
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