LAS FUENTES – I -
-Dime, joven serranita:
“¡Con qué te lavas la cara
Que siempre tan linda estás!”-
-“Me lavo con agua clara
Y Dios pone lo demás”-
-¡Seguro, es agua bendita!-
-“Del Pilarito y no más”.
Dicen que cuando hicieron los depósitos del agua se recogieron y también se secaron, muchos arroyitos que llevaban agua por diferentes partes del pueblo. El caso es que desaparecieron después algunas fuentecillas de aguas purísimas que manaban por donde les salía en gana.
Yo recuerdo, si la memoria no se pierde, la fuente de los Limones que salía al lado de unas peñas en la Huerta de la Chanca, sus aguas eran una delicia. Las fuentes tienen su caño para llenar las cántaras y su pilón para beber los animales y jugar los niños, barquitos de cañivetas o palitos entrelazados.
Si los juegos te delataban te cogía tu madre por la cabeza junto al pilón y la mano que sacaba el agua, a los tres restregones cambiaba unas manos sucias o aspecto de carbonero en una carita roja y brillante que ya envidiaba al mismo cielo.
Mis recuerdos siempre estuvieron en la Fuente del Tablao que tenía un gran desnivel junto a la carretera. La hondonada la fuimos llenando los niños cuando Tirso y Moisés nos dejaban bajar los carros de serrín de la sierra del señor Calentino. Con el tiempo se ha allanado el lugar y la fuente ha cambiado de sitio.
-Dime, joven serranita:
“¡Con qué te lavas la cara
Que siempre tan linda estás!”-
-“Me lavo con agua clara
Y Dios pone lo demás”-
-¡Seguro, es agua bendita!-
-“Del Pilarito y no más”.
Dicen que cuando hicieron los depósitos del agua se recogieron y también se secaron, muchos arroyitos que llevaban agua por diferentes partes del pueblo. El caso es que desaparecieron después algunas fuentecillas de aguas purísimas que manaban por donde les salía en gana.
Yo recuerdo, si la memoria no se pierde, la fuente de los Limones que salía al lado de unas peñas en la Huerta de la Chanca, sus aguas eran una delicia. Las fuentes tienen su caño para llenar las cántaras y su pilón para beber los animales y jugar los niños, barquitos de cañivetas o palitos entrelazados.
Si los juegos te delataban te cogía tu madre por la cabeza junto al pilón y la mano que sacaba el agua, a los tres restregones cambiaba unas manos sucias o aspecto de carbonero en una carita roja y brillante que ya envidiaba al mismo cielo.
Mis recuerdos siempre estuvieron en la Fuente del Tablao que tenía un gran desnivel junto a la carretera. La hondonada la fuimos llenando los niños cuando Tirso y Moisés nos dejaban bajar los carros de serrín de la sierra del señor Calentino. Con el tiempo se ha allanado el lugar y la fuente ha cambiado de sitio.
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