OTOÑO
ALBERCANO
VIENTO.
LLUVIA. NUECES. CASTAÑAS
Cuando
se regresaba del campo, pasaban las cabras y la Mujer de las Ánimas. Comenzaban
otras nuevas faenas en la casa. Había que alimentar a los animales, espacialmente
a los cerdos que estaban en la cuadra. Te diré que en la década de los sesenta
en las cuadras nunca hacía frío. Si no tenían luz, el carburo y el candil
hacían una buena compañía
Cuando
acababan las faenas – si es que alguna vez acababan para estas buenas gentes-
se iba un rato a la taberna o a la puerta de la cuadra a charlar con
algún vecino.
Pero
había días que.... Si habías llegado calado del campo y te sentabas a la vera
de la lumbre del suelo, con el calorcillo te gustaba escuchar el temporal que
se había venido encima.
No
dejes de leer en Las Cordilleras del Alba, este estupendo libro de José Luis
Puerto, el capítulo dedicado a la Madre de los Aires. Yo tuve la suerte de
conocer a su abuelo Pablo, al leerlo parece que también me lo está contando a
mí, sentado al lado de José Luis.
“Los
bramidos del viento te hacían imaginar un toro herido de muerte que corriera
furioso por las calles, por cortinales, por rincones,... intentando cornear la
vida con sus astas lunares, con una fiereza negra llena de mugidos. La madre de
los aires. Las ramas del cerezo eran obligadas a cimbrearse, a golpearse entre
sí; algunas se quebraban con crujidos llenos de violencia”
Pues
bien si escuchas nuestra audición puedes sentir todas estas vivencias tal y
como nosotros las vivimos. Con esa puerta del cortinal que está a merced del
temporal y el toque de las campanas que arrastra el viento de un lugar a otro
para escucharlo en más sitios y en ninguno con claridad.
Otoño
albercano, por los caminos lluvia, viento, nueces, castañas, ramas caídas en el
suelo por el temporal,...
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