LA ALBERCA EN 1911-I I –
-CALLES. CASAS. POSADAS.SALUDOS-
“Sigue contando Juan de Salamanca de sus
viajes y estancias en La Alberca.
Nos hospedamos en la posada del
teniente alcalde Domingo Sánchez: una
posada con honores de fonda”.
CASAS
“¡Qué encanto el de estas casas de la sierra, que conservan
tan netamente la tradición!
Una cocina con sus llaves, en la que el
humo encuentra la salida después de columpiarse gran rato en la habitación. Una
sala de cuyo techo penden buen número de calderos. Otra salita cuyas paredes
están llenas de cuadros; arcas antiguas fabricadas de hermosas piezas de nogal;
baúles cubiertos con paños de colorines;; un cómodo sillón, y clocadas sobre
una mesa o pendiente de la pared unos adornos que lo mismo pueden ser obra de
confitería que de joyero”.
CALLES. ¡AGUA VA!...
“Me levanté temprano y me eché a la
calle. El pueblo acababa de despertarse y algunas mujeres regaban y barrían las
puertas de la calle.
De tiempo en tiempo salía una mano por
una ventana y arrojaba a la calle el contenido de una palangana. A veces el brazo salía armado de otra cosa que no era
palangana precisamente”
Es extraño –añadimos nosotros- que lo
anterior sucediera en La Alberca pues por lo general el “¡agua va!” iba
precedido por la voz como el relámpago en la tormenta anuncia el trueno. Que en
algunas ocasiones se invirtieran los términos sería propio de algún juerguista
desaprensivo o que algún transeúnte pasara algo colocado y aprovechara a hacer
aguas menores en el rincón que estaba deshabitado. Y luego pasaba lo que
pasaba.
SALUDOS
“Un mocetón que lleva el mulo del
diestro, encuentra en la calle un amigo, a quién saluda con una pregunta
original:
-Vas p´ahí?
-P´ahí vamos; contesta el interpelado, y
la pregunta y la respuesta explican la vida de este pueblo, en que las gentes
no se creen satisfechas con decirse un frío adiós.”
EL CACHITO DE LA CALLE
“Una muchacha barre afanosamente la
puerta mientras canta. Canta la eterna historia, la historia de unos amores
rotos, que tienen siempre el mismo estribillo.
Ya no voy a verte.
Mi madre me riñe.
Murmura la gente”
Juan de Salamanca fue muy observador
porque en La Alberca siempre se ha cantado mucho. Al barrer la calle. Mientras se
hacían las faenas de la casa. Y sobre todo cuando se lavaba la ropa en la poza,
en el lavadero natural o en el río Rebuscando canciones nos vienen a la memoria
de años ya posteriores “Yo tenía un cascabel/ que me costó un real/ y por la
noche aquella/ morena mía / vámonos a acostar.” Y sobre todo la letra de la dulzaina: “Quiere
casarme mi padre / con un pulido pastor / no quiere que vaya a misa,/ tampoco a
la procesión / quiere que me quede en casa/ remendándole el zurrón/ Él a reñir
/ y o a regañar / y no le tengo / de
remendar”.
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