jueves, 12 de noviembre de 2015

LA ALBERCA EN 1911-I I – -CALLES. CASAS. POSADAS.SALUDOS-



















LA ALBERCA EN 1911-I I –
-CALLES. CASAS. POSADAS.SALUDOS-
“Sigue contando Juan de Salamanca de sus viajes y estancias en La Alberca.
Nos hospedamos en la posada del teniente  alcalde Domingo Sánchez: una posada con honores de fonda”.
CASAS
“¡Qué encanto  el de estas casas de la sierra, que conservan tan netamente la tradición!
Una cocina con sus llaves, en la que el humo encuentra la salida después de columpiarse gran rato en la habitación. Una sala de cuyo techo penden buen número de calderos. Otra salita cuyas paredes están llenas de cuadros; arcas antiguas fabricadas de hermosas piezas de nogal; baúles cubiertos con paños de colorines;; un cómodo sillón, y clocadas sobre una mesa o pendiente de la pared unos adornos que lo mismo pueden ser obra de confitería que de joyero”.
CALLES. ¡AGUA VA!...
“Me levanté temprano y me eché a la calle. El pueblo acababa de despertarse y algunas mujeres regaban y barrían las puertas de la calle.
De tiempo en tiempo salía una mano por una ventana y arrojaba a la calle el contenido de una palangana. A veces  el brazo salía armado de otra cosa que no era palangana precisamente”
Es extraño –añadimos nosotros- que lo anterior sucediera en La Alberca pues por lo general el “¡agua va!” iba precedido por la voz como el relámpago en la tormenta anuncia el trueno. Que en algunas ocasiones se invirtieran los términos sería propio de algún juerguista desaprensivo o que algún transeúnte pasara algo colocado y aprovechara a hacer aguas menores en el rincón que estaba deshabitado. Y luego pasaba lo que pasaba.
SALUDOS
“Un mocetón que lleva el mulo del diestro, encuentra en la calle un amigo, a quién saluda con una pregunta original:
-Vas p´ahí?
-P´ahí vamos; contesta el interpelado, y la pregunta y la respuesta explican la vida de este pueblo, en que las gentes no se creen satisfechas con decirse un frío adiós.”
EL CACHITO DE LA CALLE
“Una muchacha barre afanosamente la puerta mientras canta. Canta la eterna historia, la historia de unos amores rotos, que tienen siempre el mismo estribillo.
Ya no voy a verte.
Mi madre me riñe.
Murmura la gente”

Juan de Salamanca fue muy observador porque en La Alberca siempre se ha cantado mucho. Al barrer la calle. Mientras se hacían las faenas de la casa. Y sobre todo cuando se lavaba la ropa en la poza, en el lavadero natural o en el río Rebuscando canciones nos vienen a la memoria de años ya posteriores “Yo tenía un cascabel/ que me costó un real/ y por la noche aquella/ morena mía / vámonos a acostar.” Y  sobre todo la letra de la dulzaina: “Quiere casarme mi padre / con un pulido pastor / no quiere que vaya a misa,/ tampoco a la procesión / quiere que me quede en casa/ remendándole el zurrón/ Él a reñir / y o a regañar  / y no le tengo / de remendar”.










































































































































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