LA ALBERCA EN 1911 –I- (clic-aumentar foto)
-LA PLAZA MAYOR-
En sus viajes por los pueblos de la
Sierra de Francia, Juan de Salamanca, nos da la opinión del visitante de cómo era la Plaza de La Alberca a
comienzos del siglo XX. Merece la pena que sigamos el texto detenidamente. Cuando
sea preciso haremos algún comentario o explicación por nuestra parte.
“Volvemos al pueblo y nos sentamos en la
Plaza típica y digna de atención como pocas.
(…) “Abajo, en la acera opuesta a
nuestro asiento, una fuente con verja de hierro que la protege por el lado de
la plaza. Por los otros lados, casas con soportales, bajo los que se ven
algunas personas. A la izquierda, la casa Ayuntamiento y la cárcel que se
revela por la enrejada puerta; a la derecha, el cuartel de la Guardia Civil y
la escuela de niños. (…)
La escuela es amplia y bien ventilada y
a la que sólo perjudica la enorme cantidad de cosas colgadas en las paredes.
Al bajar veo la taberna del pueblo, de
soberbia entrada de arco, ante la cual charlan algunos hombres que beben.
En la planta baja del cuartel de la
Guardia Civil, está el matadero y allí acuden niños y niñas a ver sacrificar
las reses.
¡A DEGÜELLO!
Es: ¡A degüello! –explicamos nosotros,
pues en una ocasión me preguntó una albercana
¿Qué era eso de a degüello que se decía
años antes en La Alberca? Seguimos con Juan de Salamanca. “El espectáculo es
verdaderamente inmoral. ¿Por qué permitir a los muchachos que acostumbren la
vista desde niños a la efusión de sangre? ¡Sería tan fácil y tan beneficioso
hacer estos sacrificios en un corral donde no se permitiera la entrada a los
niños!”
No podemos hacer un comentario pues no
conocimos este espectáculo que relata el autor, aunque sí las clásicas matanzas que se hicieron muchos
años en las calles de los pueblos y no las considerábamos como algo horrendo
que no pudieran ver los niños.
(…)En la plaza, la animación es cada vez
mayor. A la puerta de la taberna no falta nunca el grupo de hombres que se
renueva lentamente. Sentados bajo los arcos desaparecen en la sombra, no
viéndose desde mi asiento más que las blancas calcetas.
En diferentes sitios, grupos de
jugadores tirados en el suelo, a los que sirve de mesa una banasta invertida. Niños y niñas corren de un
lado para otro; las niñas vestidas como las personas mayores y los chicos
haciendo sonar los botones de la bombacha”
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