LA ALBERCA EN 1911- I I I-
LA IGLESIA
“Hermosa construcción de piedra
granítica, construida probablemente a principios del siglo VXIII. A la entrada,
un baldaquino adosado al muro y otro en
la puerta trasera.
En las pilas del agua bendita, dos
grandes ramas de árbol y en todo el templo un fuerte olor a heno, que dan al
lugar cierto aspecto de sencillez.
¿Sencillez? En el momento de entrar
encontré en la iglesia unas cabras que iban de un lado para otro y cuando el
sonido de una campanilla me hizo volver la vista, creyendo que decían misa en
un altar próximo, vi que la esquila que sonaba estaba colgada al cuello de una
cabra.”
“A la derecha del crucero la capilla de
los Dolores, limpia y llamativa, por el número de espejos que hay en el
retablo. En la nave principal un gran púlpito.”
VIS CÓMICA
“¿Qué tal por aquí? –Perfectamente. Al
principio me sorprendieron, porque los encontraba extraños. Me decían cosas
sorprendentes. Un día entro en una casa y me dice el dueño: ¿Va usted a estar
aquí mucho? Le contesto que sí, y me dice: “M´alegro porque no vamos a estar
domando potro nuevo todo el día” Me sorprende la comparación, pero la mujer
interviene en seguida, rectificando amablemente:”Jabalín bruto, cállate que has
“llamao” potro al señor médico…”
EL ALCALDE
El alcalde de La Alberca, Gerardo
González, es sobradamente conocido en Salamanca.
Grueso, risueño, cayéndose de bueno, con
la ancha bombacha, la corta chaqueta y la abultada faja, cuando viene por aquí,
se le ve en todas partes, hablando siempre de su pueblo, gestionando algo que
espera sea beneficioso; subiendo y bajando de las oficinas, hablando a los
diputados y disimulando a fuerza de entusiasmo que es un cardiaco desahuciado.
Cuatro hombres así cambiarían la vida de
la Sierra, con poca ayuda que le prestaran los representantes en Cortes”
LA PRIMERA IMPRESIÓN
“Es inolvidable. Cuando llevamos la
retina llena de luz, entramos por unas calles estrechas y tortuosas, cada una
construida en un plano distinto con inmensos corredores y enjalbegadas ventanas.
El alero de las casas de la acera
izquierda monta a veces sobre las de la derecha.
Unas mujeres con blancos pañuelos
cruzados sobre el pecho, se destacan violentamente del cuadro; y la luz,
entrando difícilmente por algunos huecos, hace más fuerte los contrastes y más
intensas las sombras.
Estamos en un país de hadas, en que no
ha entrado la maldecida calle tirada a cordel, asombro de burgueses
“materia-lotes” y castigo de cuantos piensen en algo más que en la belleza de
la calderilla.”
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