sábado, 14 de noviembre de 2015

LA ALBERCA EN 1911- I I I- LA IGLESIA


LA ALBERCA EN 1911- I I I-
LA IGLESIA
“Hermosa construcción de piedra granítica, construida probablemente a principios del siglo VXIII. A la entrada, un baldaquino  adosado al muro y otro en la puerta trasera.
En las pilas del agua bendita, dos grandes ramas de árbol y en todo el templo un fuerte olor a heno, que dan al lugar cierto aspecto de sencillez.
¿Sencillez? En el momento de entrar encontré en la iglesia unas cabras que iban de un lado para otro y cuando el sonido de una campanilla me hizo volver la vista, creyendo que decían misa en un altar próximo, vi que la esquila que sonaba estaba colgada al cuello de una cabra.”
“A la derecha del crucero la capilla de los Dolores, limpia y llamativa, por el número de espejos que hay en el retablo. En la nave principal un gran púlpito.”
VIS CÓMICA
“¿Qué tal por aquí? –Perfectamente. Al principio me sorprendieron, porque los encontraba extraños. Me decían cosas sorprendentes. Un día entro en una casa y me dice el dueño: ¿Va usted a estar aquí mucho? Le contesto que sí, y me dice: “M´alegro porque no vamos a estar domando potro nuevo todo el día” Me sorprende la comparación, pero la mujer interviene en seguida, rectificando amablemente:”Jabalín bruto, cállate que has “llamao” potro al señor médico…”
EL ALCALDE
El alcalde de La Alberca, Gerardo González, es sobradamente conocido en Salamanca.
Grueso, risueño, cayéndose de bueno, con la ancha bombacha, la corta chaqueta y la abultada faja, cuando viene por aquí, se le ve en todas partes, hablando siempre de su pueblo, gestionando algo que espera sea beneficioso; subiendo y bajando de las oficinas, hablando a los diputados y disimulando a fuerza de entusiasmo que es un cardiaco desahuciado.
Cuatro hombres así cambiarían la vida de la Sierra, con poca ayuda que le prestaran los representantes en Cortes”
LA PRIMERA IMPRESIÓN
“Es inolvidable. Cuando llevamos la retina llena de luz, entramos por unas calles estrechas y tortuosas, cada una construida en un plano distinto con inmensos corredores y enjalbegadas ventanas. El alero  de las casas de la acera izquierda monta a veces sobre las de la derecha.
Unas mujeres con blancos pañuelos cruzados sobre el pecho, se destacan violentamente del cuadro; y la luz, entrando difícilmente por algunos huecos, hace más fuerte los contrastes y más intensas las sombras.
Estamos en un país de hadas, en que no ha entrado la maldecida calle tirada a cordel, asombro de burgueses “materia-lotes” y castigo de cuantos piensen en algo más que en la belleza de la calderilla.”









































































































































































































































































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