sábado, 14 de marzo de 2020

DÍAS ESPECIALES: EL AISLAMIENTO -RELATOS PARA LEER Y PODER DISTRAERSE EN CASA-



















           DÍAS ESPECIALES: EL AISLAMIENTO

    -RELATOS PARA LEER Y  PODER DISTRAERSE EN CASA-

Los albercanos también y hace unos años ya, teníamos días especiales; si no de aislamiento, sí de recogimiento-y ambas cosas a la vez-.
Eran los días de Semana Santa, ya lo dice la palabra.
No podías comer el hornazo, aunque lo vieras. En tal caso, la rosca. Se diferenciaba en que no llevaba “tajadas” y era una especie de pan con aceite,¡Y va que chutas!- estar,sí,  está muy buena-.
En esos días de recogimiento también se vivía el aislamiento; no había baile y si ibas por la calle y cantabas: “La campanera”  o “el Gerardito” enseguida salía una señora de negro, de esas de luto de toda la vida, o se asomaba a una ventanina y te decía: “¡Oye niño, que no se pude cantar, que se ha muerto el Señor”.
Por supuesto que no había baile, ni suelto ni agarrado y el tocadiscos de Gabi descansaba. Tampoco tocaban las campanas, se sustituían por la célebre “Matraca de la torre” que lo más que abarcaba eran las cercanías del Solano.
En las tabernas se podía tomar “una pinta”, pero con mucho cuidado. Al paso de las procesiones se cerraban a cal y canto; sin embargo había una “pillería”, que hoy no se debe de hacer y menos en estos días. Cerraban las puertas, pero dentro, en silencio, con la luz apagada quedaban los clientes más habituales que para que no se les viera sabían tapar muy bien las rendijas de las maderas de los portones. Todo el pueblo iba a la iglesia y en las plazas y calles reinaba un enorme silencio. El aislamiento a veces no se cumplía bien por lo que el señor cura pedía un poquillo de respeto, sobre todo en el coro donde el destartalado órgano se las veía para no ser tocado ni montado encima.
Era el sacrificio de una semana que no se sabía qué hacer, porque jugar en el cemento no se podía y a las “perras” tampoco. Había que esperar a que saliera Juítas, por si se le podía poner a escondidas un cigarrillo chulesco.
El recogimiento con el Santo Entierro impresionaba, los hombres con sus capas y hachas encendidas alrededor del paso. Las mujeres con sus toquillas negras y pañuelos a la cabeza ante la mirada asustadiza de las niñas y el mirar picarón de quienes estrenaban  primavera y estaban dispuestos a “encetar el hornazo” como la tradición manda. Había merecido la pena el aislamiento cuaresmal y de recogimiento de la Semana Santa porque el virus de aquella época, El Juítas, Don Lorenzo o Iscariote se iba a guardar ya en casa del señor Chagal y la serpiente del 16 de agosto lo iba a mandar a los más profundos infiernos.
Dice nuestro amigo Peromingo:
Siempre ha habido virulentos /De la saliva, me callo
            Los “me cagüen” ¡a los vientos!
-No precisaban ensayos-
El prohibido blasfemar / se veía en tascas y bares
            Pero al no haber olivares
            Fue muy difícil de aislar.
¿Por qué dices olivares? /Pues por “me “los cacahuetes
            Que ponían en los bares.
            Habría eso sí, aceitunas
            Redonditas ¡Y en la luna…!
Y venga, venga “alcahuetes” /Y más y más “alcahuetes”
            -Tú es que estás como una cabra.
Perdón por esa palabra / Que sí, que es inoportuna
            Lo aclaro mejor. ¡Que se abra!
            Quise decir Cacahuetes

X- FOTOS: DAVID VAQUERO




































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