DÍAS ESPECIALES: EL AISLAMIENTO
-RELATOS PARA LEER Y PODER DISTRAERSE EN CASA-
Los albercanos
también y hace unos años ya, teníamos días especiales; si no de aislamiento, sí
de recogimiento-y ambas cosas a la vez-.
Eran los días de
Semana Santa, ya lo dice la palabra.
No podías comer
el hornazo, aunque lo vieras. En tal caso, la rosca. Se diferenciaba en que no
llevaba “tajadas” y era una especie de pan con aceite,¡Y va que chutas!- estar,sí,
está muy buena-.
En esos días de
recogimiento también se vivía el aislamiento; no había baile y si ibas por la
calle y cantabas: “La campanera” o “el
Gerardito” enseguida salía una señora de negro, de esas de luto de toda la
vida, o se asomaba a una ventanina y te decía: “¡Oye niño, que no se pude
cantar, que se ha muerto el Señor”.
Por supuesto que
no había baile, ni suelto ni agarrado y el tocadiscos de Gabi descansaba. Tampoco
tocaban las campanas, se sustituían por la célebre “Matraca de la torre” que lo
más que abarcaba eran las cercanías del Solano.
En las tabernas se
podía tomar “una pinta”, pero con mucho cuidado. Al paso de las procesiones se
cerraban a cal y canto; sin embargo había una “pillería”, que hoy no se debe de
hacer y menos en estos días. Cerraban las puertas, pero dentro, en silencio,
con la luz apagada quedaban los clientes más habituales que para que no se les
viera sabían tapar muy bien las rendijas de las maderas de los portones. Todo
el pueblo iba a la iglesia y en las plazas y calles reinaba un enorme silencio.
El aislamiento a veces no se cumplía bien por lo que el señor cura pedía un
poquillo de respeto, sobre todo en el coro donde el destartalado órgano se las
veía para no ser tocado ni montado encima.
Era el
sacrificio de una semana que no se sabía qué hacer, porque jugar en el cemento
no se podía y a las “perras” tampoco. Había que esperar a que saliera Juítas,
por si se le podía poner a escondidas un cigarrillo chulesco.
El recogimiento
con el Santo Entierro impresionaba, los hombres con sus capas y hachas
encendidas alrededor del paso. Las mujeres con sus toquillas negras y pañuelos
a la cabeza ante la mirada asustadiza de las niñas y el mirar picarón de
quienes estrenaban primavera y estaban
dispuestos a “encetar el hornazo” como la tradición manda. Había merecido la
pena el aislamiento cuaresmal y de recogimiento de la Semana Santa porque el
virus de aquella época, El Juítas, Don Lorenzo o Iscariote se iba a guardar ya en
casa del señor Chagal y la serpiente del 16 de agosto lo iba a mandar a los más
profundos infiernos.
Dice nuestro
amigo Peromingo:
Siempre ha
habido virulentos /De la saliva, me callo
Los “me cagüen” ¡a los vientos!
-No
precisaban ensayos-
El prohibido
blasfemar / se veía en tascas y bares
Pero al no haber olivares
Fue muy difícil de aislar.
¿Por qué dices
olivares? /Pues por “me “los cacahuetes
Que ponían en los bares.
Habría eso sí, aceitunas
Redonditas ¡Y en la luna…!
Y venga, venga “alcahuetes”
/Y más y más “alcahuetes”
-Tú es que estás como una cabra.
Perdón por esa
palabra / Que sí, que es inoportuna
Lo aclaro mejor. ¡Que se abra!
Quise decir Cacahuetes
X- FOTOS: DAVID VAQUERO
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